De la pluma del autor
Antes de disponerte a orar, recuerda que orar, meditando la Pasión de Cristo y los sufrimientos de su Madre Santísima, significa permitir:
- que el amor manifestado por Jesús a través de su sufrimiento, toque nuestro sufrimiento y lo transforme en amor;
- que la esperanza mostrada por Cristo durante Su Pasión, transforme nuestra desesperanza en una nueva esperanza;
- que la unión de Jesús con la Virgen en el sufrimiento, sane todos nuestros rompimientos y nuestras divisiones;
- que el perdón de Dios expresado mientras sufría, enternezca nuestros corazones y los disponga al perdón y a la reconciliación;
- que el grito del Hombre Dios en la cruz, mueva la profundidad de nuestro ser hacia el bien y hacia el amor;
- que la amargura sobrellevada por Jesús, transforme todas nuestras amarguras en la alegría de cumplir la voluntad del Padre;
- que el sufrimiento divinamente soportado por Él, no hagamos capaces de acercarnos con amor a todas las personas del mundo que sufren;
- que la muerte en la cruz del Hombre Dios, transforme todas nuestras muertes en la vida nueva de la Resurrección;
- que la fidelidad mostrada por María en el sufrimiento, cure todas nuestras infidelidades;
- que Su valentía, nos sane de nuestra cobardía;
- que la maldad humana, manifestada como respuesta a la misericordia divina, sea una exhortación que nos conduzca a nunca más dar cabida al mal;
- que el odio y el furor de los hombres, sirvan como advertencia a fin de que nos abstengamos de dar rienda suelta a nuestras pasiones.
Por lo tanto, meditar la pasión de Cristo y los dolores de María, significa hacer posible que lo humano y lo divino encontrarse, y que lo divino se glorifique en la renovación de lo humano.
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