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El cuaderno del amor




El Cuaderno del Amor - Luigi Gaspari

por inspiración del Padre Pío (San Pío de Pietrelcina)



Cuaderno del Amor

Luigi Gaspari


AMAR ES DONAR AMOR:

- a quien no lo conoce

- a quien lo pide

- a quien no lo posee

- a quien no lo ha recibido en don

- a quien no sabe pedirlo

- a quien no sabe qué es

- a quien no conoce su poder

- a quien se cree indigno de volver a poseerlo

de nuevo, por haberle sido infiel




En mayo de 1968 dijo el Padre Pío a Primo Capponcelli:

“…Todos los que contribuyan a imprimir y difundir El Cuaderno,

recibirán la gratitud y bendición eternas de Dios y la mía.”


El primer Cuaderno del Amor llegó a las manos de S.S. Pablo VI

el 17 de octubre de 1968. Unos diez días después, el Papa me lo

agradeció a través de Monseñor V.D.A., amigo mío, con estas palabras:

“Es alta mística. ¡Qué bello este amor entre Padre e hijo!

No hay que quitar ni una palabra.”

Estas palabras me confirmaron lo que me había dicho Padre Pío

en junio de 1968: “El Papa comprenderá todo.”


PRÓLOGO
LA SAGRADA BIBLIA ES EL TESTAMENTO
DICTADO POR DIOS AL HOMBRE.


La Voz de Dios se hizo escuchar a través del oído sensible de hombres elegidos para escribir las Voluntades Testamentarias del Padre Dios para el bien de los hijos hombres vivos sobre la Tierra.

El Testamento de Dios es la Verdad Una y Trina de la voluntad de justicia, de misericordia y de Amor de las tres iguales y distintas personas del Dios Uno Creador y Padre de los hombres.

La Tercera persona de la Santísima Trinidad –el Espíritu Santo- es la vida de Amor del Trino Dios que se hace Voz y Palabra de Dios en el corazón del hombre, hijo de la Santísima Trinidad de Dios.

La Voz del Santo Trino Espíritu de Amor de Dios se hace Palabra de Justicia y de Misericordia del Padre y del Hijo, en los pálpitos de vida y de Amor del Corazón de un hijo hombre.

La Voz del Santo Espíritu elige el corazón de un hombre para donar las Gracias de Vida en el Amor a todos los corazones de los hijos hombres que acogen el don de Su Viva Voz hecha Palabras.

El Trino Santo Espíritu quiere donar Su Voz a todos los hombres de buena voluntad, para ofrecer a las vidas mortales la Eterna Vida de Dios, hecha Voz que puede y quiere reunir todo y todos en un solo Cuerpo vivo en la armónica unidad de la Santísima Trinidad.

El Testamento de Dios es la inmutable Palabra escrita en la Sagrada Biblia.

Los “Cuadernos del Amor” han sido escritos por mi mano por Voluntad Testamentaria expresada a mí, en nombre de Dios, por la viva voz de Padre Pío.

Él me decía: “Los Cuadernos son y serán la Voz de Justicia y de Amor de la inmutable Voluntad de Dios, expresada en Su Único y Eterno Testamento.”

Sobre la Tierra reina la discordia porque en los corazones de los hombres hijos de Dios, no se ha hecho ÚNICA, la Voz del Amor en el Conocimiento de la Voluntad Testamentaria de Dios (Sagradas Escrituras).

Por tal razón, Padre Pío me asegura que es Voluntad de Dios que los “Cuadernos del Amor” entren en las casas de todo el mundo, para ayudar a los hombres a amar la Verdad en el conocimiento de las Sagradas Escrituras.

Las palabras de los “Cuadernos del Amor” serán la luz que ilumina para aumentar el conocimiento de la Verdad. El mayor conocimiento de la Verdad de Dios volverá a traer al oído de los corazones de los hombres LA VOZ DEL ETERNO AMOR DE DIOS.

El Amor de Dios se establecerá a través de Su Voz en los corazones de los hombres para unirlos en Su Paz. La Voz de Dios disipará las negras nubes densas sobre las mentes de los hombres, que impiden a la Luz de la Vida del Pensamiento, SOL DE DIOS, llevar Su Vida que es amor, salud, alegría y riqueza para todos los hombres.

Si la voz de Padre Pío no me hubiera llamado, me preguntaría: “¿Por qué estoy aquí con ustedes?”

El Espíritu Santo me ha llamado por medio de Padre Pío para hablarme de Su Vida en nosotros.

Yo debo deciros todo lo que Él me dice a mí para vosotros.

EL ESPÍRITU SANTO ES UNO Y HABLA A CADA UNO EN EL CUAL ESTÁ EL PADRE.

El Padre dice las mismas Verdades a todos los verdaderos hijos Suyos. Él me habla para haceros conocer Su Amor por Vosotros.

YO SOY COMO VOSOTROS. ÉL ES NOSOTROS. EN ÉL SOMOS YO-VOSOTROS-ÉL.

He aquí por qué debía venir a vosotros, por qué vosotros debíais acercaros a mí: es para conocer mejor el Amor de Dios en vosotros, en mí; para reconocerme en Vosotros, que en Él sois parte de mí, como yo soy parte de vosotros en Él que es Nosotros.

Es fácil conocer a Dios sólo cuando se reconoce la unión que hace de nosotros una SOLA VIDA UNIDA, aunque en las distintas personas de Él y de Nosotros.

Nuestra vida es alegría sólo cuando amamos creer que el Amor que nos une a Él, en la UNIDAD DEL ESPÍRITU que nos comunica para hacer de nosotros el CUERPO DEL SANTO ESPÍRITU.

AMAR A DIOS ES AMAR NUESTRA VIDA.

AMARNOS ENTRE NOSOTROS ES RECIBIR EL DON DE SU ALEGRÍA.

A vosotros todos, amigos y hermanos del mundo, deseo que la VOZ DEL SANTO ESPÍRITU se haga trueno del Amor de Dios, que abra todas las nubes de vuestra vida, para llevar cada uno de vosotros LA LUZ DE SU SOL.

Luigi Gaspari



22 de febrero de 1968

Fue así que floreció la primavera, tu primavera, cuando dejaste detrás de ti el invierno con sus escorias, sus detritos, portadores de afanes y enfermedades.

Has sanado porque te has quitado de encima el invierno. Ahora es fácil entrever la evolución y el desarrollo de tu tiempo. Eres libre sin tener más el antiguo afán.

El amigo que tú amabas te ha traicionado, tú lo has dejado libre de ir, de correr, de seguir con todo el entusiasmo sus quimeras.

Ahora es tuyo el tiempo, porque para ti es primavera. Tú puedes ahora solo o en compañía recoger los frutos, recoger renovadas energías.

No te falta el amigo que has amado. Es el amigo traidor el que está privado de ti. Tu amor vive porque ha vuelto enteramente a ti. Ahora puedes disponer de él mejor que antes, porque eres más rico de lo que eras antes. Eres rico del conocimiento, del sufrimiento. El tuyo es un amor que se conoce, que se sabe valorar.

Vuelve a tomar libremente tu camino en compañía de la riqueza que te has ganado. Goza en silencio de los bienes que has acumulado y mira serenamente lo que sucederá alrededor de ti.

Es el derrumbe, es la ruina de quien ha creído poder despreciar el bien profundo. Es el derrumbe de quien ha preferido seguir las quimeras.

Pero tú no ves el mal que hay en esos corazones. Ves rostros sin luz que acusan para no ser acusados. Y tú prosigues tu camino, vas hacia delante, y verás más allá.

Más allá del bien y del mal está una gran conquista que debes hacer. Es la conquista de una vida tuya, una vida que será eternamente un centro de fuerza, de amor, de felicidad.

Mi Poder se ejerce a través de la voluntad que expresas. Tu voluntad pone en movimiento mi Poder.


Mi NAVIDAD

es amor del Padre

que me hace retornar

al “pesebre” de la Tierra

para dar a los hombres

el Único Pan que se puede

multiplicar para “quitar el hambre”

a todos los cuerpos que me quieran comer,

porque desean volver a encontrar

la VERDAD DEL YO SOY,

EL CAMINO EN LA LUZ QUE ES VIDA,

En la alegría y regocijo del Corazón.

La Verdad une el hombre

y la Vida de Amor de Dios;

la mentira aleja al hombre

de Dios y lo hace morir

porque sólo la VERDAD ES VIDA.


En el interior del Viejo Templo

fui sólo presentado,

en el templo de tu corazón también

Yo he nacido y estaré siempre presente,

para ser presentado

a nuevos templos del corazón

donde no he entrado todavía

como Rey del Templo del Amor,

hecho de todos los buenos corazones.

En ésos YO REINARÉ

ocupando el TRONO

del Amor de tu corazón,

hecho cuna del REINO

que en ti, para MÍ, ha NACIDO.


Yo era, Yo soy tu Dios; para ayudarte a entender que soy tu mayor, verdadero y sincero amigo, y que me he hecho hombre como los eres tú. Te pido que seas mi amigo para que te demuestre, y te demostraré la más grande, más verdadera y sincera amistad.

Para quitarte el miedo de Mí, me hice hombre como tú. ¿Por qué deberías tener miedo de Mí? ¿No he sido y no soy hasta ahora un hombre como tú? Es verdad que también soy tu Dios, pero también soy un verdadero hombre, por lo tanto comprendo todas las debilidades del hombre. ¿Sabes qué te digo? Bien, Yo quiero decirte que antes que nada Yo soy tu verdadero amigo. Y tú, ¿qué piensas? ¿Me quieres como amigo? Yo acepto tu amistad y te doy toda la mía. Ahora debes escuchar todo lo que te digo:


1.- Acuérdate siempre de llamarme tu más querido amigo.

2.- Acuérdate que también soy tu Dios cuando necesites una gran ayuda, un gran favor del más grande y potente amigo tuyo.

3.- Yo soy para ti Hombre amigo, para estar siempre a tu lado como el amigo más querido y más deseado.

4.- Yo quiero ser tu Dios para darte todo lo que sólo un Dios amigo puede darte.

5.- Por lo tanto, tenme como el más querido amigo tuyo

6.- Yo a cambio te daré, como simple y sincero amigo, todo lo que como Dios, no osarías pedirme.

7.- Tu amistad sincera es toda mi alegría.

8.- Para hacer más fácil y más confidencial nuestro pacto de amistad, olvídate que soy también tu Dios.

9.- Dirige tus palabras, tus pensamientos a Mí como hombre que se dirige al amigo hombre, en la confianza y amistad entre hombre y hombre. El acuerdo nuestro será total y perfecto.

10.- Cuando tú me hablas como se habla al hombre amigo, siento más verdadera y sentida tu amistad y tu amor por Mí. Mi alegría es tanta que hago el imposible como hombre para darte, en la intimidad de amigo hombre, todo el amor que sólo como Dios puedo darte. Tú ámame siempre y llámame el Hombre, tu amigo Hombre. Como verdadero hombre, yo sabré regresar para darte, en mi amistad de hombre, todo lo que Dios puede entregarte.


En mi amistad por ti, quiero ser el Hombre amigo tuyo; en los dones que te quiero ofrecer, amaré ser espléndido y generoso como un verdadero Dios omnipotente y omnisciente. Yo soy un Hombre que te ama como sólo Dios sabe y puede amar. Yo soy un Hombre poderoso que ama compartir con su amigo cada poder. Soy tu amigo con todo el corazón; no obstante, aunque soy grande, he sabido hacerme pequeño para poder vivir en el amor de tu pequeño corazón de hombre. Tú eres mi amigo, eres el amigo del Hombre que sabe hacerse tu Dios cuando es solicitada la poderosa intervención de Dios para defender de los rapaces hombres, el bien de nuestra amistad, de dos hombres que quieren ser para siempre amigos fieles.


ABRIL 1968 – PADRE PÍO ME HA DICHO:

“LAS PALABRAS DEL CUADERNO

ESTÁN ESCRITAS…EN EL CIELO”


Vi también a otro ángel fuerte bajar del cielo revestido de una nube, y sobre su cabeza el arco iris, su cara como el sol, y sus pies como columnas de fuego. Y tenía en su mano un librito abierto y puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra…


*****

Y oí la voz del cielo que hablaba también conmigo y decía: “Anda y toma el libro abierto de la mano del ángel que está sobre el mar y la tierra”. Fui, pues, al ángel pidiéndole que me diera el libro.

Él me dijo: “Tómalo y devóralo: llenará de amargura tu vientre, aunque en tu boca será dulce como la miel”.

Entonces recibí el libro de la mano del ángel y lo devoré, y era en mi boca dulce como la miel, pero habiéndolo devorado, quedó mi vientre lleno de amargura.

Díjome más: “Es necesario que de nuevo profetices a las naciones y pueblos, y a muchos reyes.”

(Apocalipsis, cap. 10)




A mi querido Luigi, en el día de su cumpleaños,

para demostrarle todo el bien que le quiere, con

reconocimiento y para darle el coraje y la fuerza

necesaria para continuar llevando mi Corazón por

todo el mundo.


Bolonia, 8-9 de abril de 1968


Esta noche te debo hablar y tú escucharme.

Es importante lo que te quiero decir.

Es del Amor, es de Mí, que te debo hacer comprender.

Yo estoy en el corazón de todos, y en los corazones de los hombres vive mi Amor.

Soy feliz de habitar donde soy acogido con calor.

Es mi corazón el que da la unión en el amor.

Sin Mí no existe ninguna unión. Ninguna unión, que no sea por Mí, por mi corazón, se puede llamar amor.

Mi amor no conoce miserias ni tristezas.

El mío es pura alegría. Ninguna alegría existe fuera de Mí.

Soy Yo quien os conduzco a conocer las inutilidades de vuestros anhelos, de vuestros deseos.

Quiero haceros comprender que todo los que buscáis está solamente en Mí.

¿Afanarse de qué? ¿Por qué?

Venid a Mí solamente y encontraréis todo el bien que deseáis.

Yo soy generoso, más de lo que creéis y os daré mucho más de lo que vosotros me pedís.

¿Qué queréis de Mí? Pedid y obtendréis.

¿Qué pedís? ¿Un bien verdadero? Os lo concedo enseguida.

¿Un bien que no es un bien? No puedo dároslo, porque os quiero.

¿Qué bien os daría?

Os daría todo si vosotros fuerais capaces de donarme todo vuestro corazón.

Vuestro corazón no es siempre todo para Mí.

Una parte me la dais frecuentemente a Mí, pero otra la tenéis de reserva para vuestros anhelos, para vivir vuestras búsquedas fuera de Mí.

Es inútil haceros comprender que nada es si está fuera de Mí.

En aquel hueco que me reserváis, Yo frecuentemente me escondo. Y me quedo a mirar. ¿Qué veo?

Os veo afanados, cansados, desilusionados y descontentos.

Estáis siempre angustiados y no queréis comprender el por qué. El por qué es la ausencia de Mí.

Yo os miro y espero una señal de vosotros, un reclamo para salir de Mi escondite, donde me habéis colocado vosotros.

Estoy presente si me llamáis, pero mucho más todavía cuando me amáis. Os quiero ayudar a tenerme con vosotros, si me queréis. Yo seré todo para vosotros. Vuestro quererme debe ser daros a Mí. Daros a Mí es haceros donar todo de Mí.

Estoy cansado de veros así, sin la fuerza que yo puedo daros, sin el amor que ninguno fuera de Mí puede daros.

Lo que anheláis es casi exclusivamente vuestro mal. Pero frecuentemente vosotros no los sabéis. Yo os diré cuál es vuestro verdadero bien.

¿Qué es el bien? Es la paz de corazón. Es sentir un calor que es vida. ¿Qué hace el calor? Os calienta e inflama vuestro corazón, os trae la alegría de vivir, de amar y de llevar a todas partes calor y amor. ¿No es así? Sí, lo sabéis, porque alguna vez lo habéis probado. Pero, ¿por qué sólo alguna vez lo probasteis? Es porque en aquellos momentos estaba Yo para calentaros. Era Yo quien hacía todo por vosotros, para darme a conocer, para hacerme amar por vosotros. ¿Y después? Después vosotros no habéis sabido ni querido retenerme.

Os dejé libres para seguir otros caminos. Y ya veis lo que ha sucedido. Ahora estáis áridos y cansados porque estáis sin Mí. Pero sigo viviendo en vosotros porque me basta el mínimo rinconcito que me dejáis.

En él estoy y os espero. Espero el momento de vuestro sufrir, de vuestro padecer, para sufrir y padecer con vosotros.

Vuestro sufrimiento os lo habéis procurado. Yo no lo quería para vosotros. Pero es el sufrimiento el que hace que Yo pueda intervenir en vuestra ayuda.

¿Y si no me llamáis? De todas formas, os escucho y vengo en seguida a ayudaros. ¿Cómo? Cuando me llamáis, ya estoy ahí.

Si no me llamáis directamente, llego por otro camino. ¿Qué camino? Mi camino es un hombre como vosotros, un hombre que si no es todo mío, al menos lo es en parte. Envío en vuestra ayuda a esa parte mía que está en él. Pero siempre soy Yo el que os socorre en ese hombre.

¿Y qué hacéis vosotros? Frecuentemente, no me reconocéis y no me veis, porque actúo a través de un hombre. Un hombre como vosotros. Pero en ese hombre, estoy Yo, vuestro Dios.

¿Qué queréis de Mí? Yo puedo daros todo. Puedo daros todo porque todo es mío, todo lo he creado Yo.

Nada os es imposible porque para Mí todo es posible. Os pertenezco, soy vuestro; por eso, lo mío es vuestro. Entonces, ¿por qué os inquietáis?

Tenéis todo lo que Yo tengo. Os basta quererlo.

¿Qué quiero Yo de vosotros? Os pido que me creáis, que me pidáis, que os fiéis y que os entreguéis.

¿Tenéis temor de darme alguna cosa?

Lo que me dais no es nada, lo que Yo os daré es todo.

¿Qué es todo?

Todo es conocerme, conoceros, conocer todo lo que existe, todo lo que veis y no conocéis.

Podéis conocer lo desconocido, y lo desconocido sólo lo podéis conocer a través de Mí.

¿Por qué os amo tanto?

Porque para vosotros he creado y creo todo lo que pueda haceros más felices, más agradecidos y más llenos de amor por Mí.

¿Por qué os pido amor? Porque cuando aumento en vosotros el amor, aumento vuestra alegría, vuestra felicidad. Mi bien es infinito y por eso aumento siempre en vosotros vuestro amor por Mí.

Aumentando vuestro amor no hago otra cosa que aumentar vuestro conocimiento de Mí. Cuanto más me améis, más me conoceréis. Yo sólo me doy a conocer a quien sabe amarme.

Doy amor a quien me da amor. Quito amor a quien no me lo da. Y como el amor soy Yo, el amor pertenece sólo a Mí.

Vosotros no podéis poseer lo que es mío, exclusivamente mío, si Yo no os lo concedo. El don que os otorgo es una prueba. La prueba está sólo en vuestra voluntad, tan sólo debéis demostrar la voluntad de amarme. Todo el resto lo hago Yo por vosotros, porque Yo soy todo para vosotros.

Mi corazón es una lámpara inmensa, siempre encendida, es un fuego que arde por vosotros. Mi fuego os hace vivir. La vida no existiría sin mi calor. Mi calor suple el hielo de vuestros corazones áridos. Cada uno de vuestros corazones debería mantener en vida una parte de la creación. Cuando vuestro corazón está árido, apagado, esa parte de la creación debería desaparecer porque es el amor del corazón quien lo gobierna todo.

¿Y Yo qué hago? Con mi calor, caliento en vuestro lugar. Suplo con mi Corazón la aridez del vuestro. Os mantengo y mantengo la vida con el calor de mi Corazón.

¿Por qué lo hago? Es por amor, es para esperar un regreso de amor que espero, y os sustituyo en la que debería ser vuestra misión.

Yo soy la reserva de la Energía que actúa para evitar el desastre causado por el derroche de la vuestra, de la que os di. Yo soy un Corazón de reserva para serviros a todos.

¿Por qué no me amáis? ¿Por qué no me amáis? ¿Por qué no queréis reconocerme? ¿Por qué queréis rechazarme?

Es que vuestra mente no es estable. Es voluble porque se deja llevar de las impresiones externas, de los pensamientos tumultuosos que vienen del mundo.

La mente inestable enfría vuestros corazones y rechaza el amor.

¿Cómo podéis tener la mente a raya? ¿Cómo dominarla? Debéis intentar no escuchar los pensamientos que no sean de bien, de amor. Debéis vencer la inestabilidad prestando siempre oído a la ley del amor.

Cuando un hombre como vosotros os pide un poco de bien, no le preguntéis quién es. Dadle el bien que os pide. El bien le unirá a vosotros y por mi amor que está en vosotros, Yo lo uniré a Mí. Yo soy el que envío a los hombre que os piden bien y amor, para que los traigáis a Mí, a mi Corazón, a través de la parte de Mí que está en vosotros. No abandonéis nunca a los que os envío porque forman parte de vosotros mismos, porque Yo seré vuestro en ellos por el amor que habéis sabido darles.

Yo soy el que ha querido uniros para teneros unidos más fuertemente en mi Corazón.

Vosotros sois un todo en Mí.

La pérdida de uno solo de éstos, es una disminución de vosotros mismos.

Estáis unidos por un vínculo que resulta invisible a vuestra mirada.

El vínculo está aquí, dentro de mi Corazón.

El amor es uno, y vosotros sois una única cosa en la participación de la alegría eterna encerrada en mi Corazón que será el vuestro. Uníos y no os dejéis desanimar por nada.

¡No hay nada grave para Mí!

Grave es sólo vuestra separación. No podéis separaros vosotros que deseáis amarme. Yo no puedo dividir mi Corazón. Y si queréis entrar en él, tener derecho a entrar, debéis estar totalmente unidos. Separaros es hacer imposible la unión conmigo, en mi Corazón que es uno. Sed dóciles y buenos entre vosotros, ayudaos y corregíos pero no os separéis nunca.

Vuestra unión es mi alegría. Os llenaré de gracia por el empeño que pondréis en amaros y en no separaros nunca.

Cuando uno de vosotros tenga la tentación de alejar al otro, Yo intervengo enseguida. Intervengo enérgicamente para impedirlo.

Ésta es mi voluntad: que cada uno de vosotros dé un paso pequeño hacia el otro y Yo pondré en marcha la potencia de mi Corazón.

Cuando estéis lejos, recordaros unos a otros; en el recuerdo Yo viviré en vosotros.

Estaré siempre con vosotros si os ayudáis a uniros cada vez más.

No temáis a quién quiera apartarse de vosotros.

Vuestro amor por él os hará vencer todos los obstáculos.

En vuestro deseo de amor actúa mi voluntad. Mi querer es más fuerte que cualquier resistencia.

Perseverad en vuestra voluntad de unión, en amar al que intenta huir.

Yo conozco los caminos para que vuelva el que ha huido. No podrá huir y Yo os diré por qué.

El hombre que os envié fue elegido por Mí. Vosotros lo habéis traído a mi Corazón y ahora permanece unido por hilos invisibles. Vuestra voluntad mantiene el contacto de estos hilos con mi Corazón. Gracias a estos hilos Yo mantengo el contacto con el que intenta huir y quiere volver atrás. Mis relaciones con él dan lugar a tormento y turbación que no cesarán hasta que no reconozca espontáneamente haber faltado al pacto de unión con vosotros, conmigo.

Defiendo vuestros derechos sobre los que habéis amado y que han intentado huir. Huir de vosotros e huir de Mí. Pedidme ayuda cuando os sintáis incapaces. Intervendré enseguida en vuestro favor, porque vuestra unión es mi voluntad.

Uniros entre vosotros es uniros a Mí. Vuestra separación es separarse de Mí.



Bolonia, 9 de abril de 1968


Cumplo 42 años, es medianoche. Aún me siento cerca del corazón de todos, del Corazón de Dios. Él es el que ha querido felicitarme en mi cumpleaños.

Es bueno y amoroso conmigo, quiere que le haga compañía.

Estoy un poco confuso, no sé bien por qué. Escucho en silencio los latidos de este Corazón Divino que está tan lleno de amor por mí. Sé que no merezco tanto, pero sé que no me equivoco.

Es realmente Él el que me mira, el que me habla, el que me hace compañía. No me siento solo y nunca había experimentado una sensación más viva de que no necesito nada. Esta noche me parece que lo tengo todo en mí.

¿Qué es este Corazón que palpita en mí?

Es Dios que sabe cómo Le necesito, cómo deseo tenerle cerca. ¡Qué solo estaría esta noche con mis numerosos y probablemente tristes pensamientos!

Todo ha cambiado porque oigo Su Voz que me dice que esté tranquilo, que confíe en las cosas buenas que me dará también mañana.

Hoy es un nuevo día, todo me parece un regreso al pasado. Un pasado que no recordaba pero que sigue existiendo en el presente de su Corazón, porque en el Corazón de Él, de Dios, todo es presente.

Mi infancia, mi juventud y mi madurez están escritas en Él; veo y vuelvo a vivir con Él cada momento.

Sólo se me escapa el recuerdo de las veces en que he caído, de las numerosas veces en que no le he sido fiel.

¿Cómo es posible que no recuerde todos los pecados cometidos?

Quizás es esa la felicitación por mi cumpleaños, el regalo que Él me hace. Es un regalo que sólo Él, tan generoso, puede hacerme: hacerme olvidar el mal que he hecho. Es más, esta conversación del Corazón es una invitación al ánimo, a la confianza y la convicción plena de que Él podrá remediar todo.

¿Qué quiere de mí el Corazón de Dios?

No me pide nada. Me está diciendo que le quiera todo lo que pueda, y después mi amor por Él me hará sentirle cada vez más. Me hará verle y reconocer los lugares que Él ama. En estos lugares le veré mañana. Desde estos sus escondites se dejará oír y quizá, también se dejará ver.

Está cansado de esconderse: quiere salir, dejarse ver, por eso ha decidido venir a mí.

No puedo decirle que me siento indigno, porque Él me da a entender que es feliz estando conmigo. Yo le ofendería si le dijera que no merezco tanto, y yo entonces lo abrazo y lo tengo a mi lado como mi amigo más querido.

¿Qué más puedo darle?

No tengo nada más que ofrecerle que mi amistad sincera y mi confianza total.

Quizá tengo también un poco de amor; este poco se lo doy, y así ahora es Él quien hace todo para mí.

Él es mi amigo; el amigo que siempre busqué y nunca encontré.

Ahora le tengo a Él, lo tengo todo, mi amigo es Dios.

Es el Corazón de Dios que me ha concedido Su amistad. Es Su amistad la que me llevará a ser amigo de todos sus amigos, de todos los que quieren ser sus amigos y de los que no saben que sólo hay un amigo verdadero: Él.

Vuelvo a recordar a quien no fue mi amigo. Ahora que poseo Su amistad, siento en mí la certeza de poder obtener todas las amistades que desee. Las obtendré ciertamente todas, todas las amistades que quiera para compartirlas con Él. Ahora es Él el que dispone cada cosa para mí.

Él es el que guía mis pasos y no querrá más, que aquéllos que ha elegido para Sí, escapen con el pretexto de que se alejan de mí.

Será el retorno de todos los que Él ha llamado. Él llamará y ¡ay de los que no respondan!

No hay tiempo que perder. Es necesario volver, volver al redil.

Lo quiere Él, ¡así lo ha decidido!

Su decisión es para hacer triunfar su Corazón en el corazón de todos los que le aman. Se acabó la tempestad que dispersaba el rebaño; ahora aparece el arco iris invitándonos a volver, todos unidos, para escuchar su Voluntad.

Las desgracias del mundo son innumerables, más una es la enfermedad. Enfermedad es no comprender cuánto puede su amor, el amor de Él. Es un océano infinito de bienes, de felicidad, de riquezas, que muy pocos conocen y que casi nadie quiere utilizar. Ahí está la medicina, en ese océano infinito del que todo se puede sacar pero del cual, hasta ahora, no hemos tomado casi nada.

El bien que nos ha dado ha venido de Él espontáneamente, pero ahora Él quiere que aprendamos a alcanzarlo, a pedirlo. La reserva de aquellos bienes es inagotable, es ilimitada la riqueza que está al alcance de todos y que será solamente dada a quien la sepa pedir y querer.

Alcanzarla es recurrir a Él; un solo rayo que nos llegue desde su Corazón, nos pondrá en contacto con la reserva de todo que será la alegría de todos.



Mañana del 9 de abril de 1968


A veces el amor puede haceros prisioneros del corazón. Yo os sacaré de ese corazón y os haré libres y seréis un solo corazón conmigo.

En mi Corazón me oiréis, Yo hablaré en el vuestro y os diré cuál es vuestro bien.

El bien que quiero daros es oír continuamente mi Voz.

Aprended a escuchar y sentiréis que la Verdad entra en vosotros.

En Mí oiréis la voz de todos los que habéis amado. Ellos, por el amor que les unía a vosotros, están en mi Corazón. Su amor por vosotros y vuestro amor por ellos era Yo.

El amor que habéis recibido y dado siempre está aquí, vive eternamente. Cada acto de amor vuestro existe y revive en mi Corazón. Oíd su voz que es la Mía. Allí encontraréis de nuevo todo lo que habéis amado, todos aquellos que amáis.



Bolonia, 9 de abril de 1968, a las 9.


A vosotros que lleváis el amor por el mundo, os conozco desde siempre. Yo soy el que os llevo porque venís de Mí. Yo lo quise, mi Corazón os entregó al mundo porque sois Yo que vivo, sois mi Corazón que aporta calor al mundo.

El que os ama, me ama; el que me ama verdaderamente, sabrá reconocerme en vosotros, porque Yo me revelo a través de vosotros. Los que se alejan de vosotros, se alejan de Mí.

Cuando lloráis, soy Yo el que lloro; vuestra alegría es la Mía.

Cuando lloráis no es por vuestro propio dolor, es al conocer mi presencia, a haceros sentir la gran ofensa que padezco; vosotros Me consoláis al querer el perdón para todos, al desear que todos vuelvan a vosotros por Mí, porque volver a vosotros es volver a Mí.

Mi amor por vosotros es salud para todos los que recurren y recurrirán a vosotros; el bien que me une a vosotros es tan grande que, si me pedís que me dé, es para Mí una orden y me doy a todos cuantos me indiquéis.

En cambio, los que Yo os indico y envío a vosotros son los que han recurrido directamente a Mí con un pequeño acto de amor en un momento de dolor. Un acto así me induce a enviároslos. Los envío a vosotros porque me conocéis, y me daréis a conocer a quien me busca sin saber bien quién soy y qué puedo darle. Lo que puedo sólo vosotros lo sabéis porque también vosotros mismos lo podéis por la unión que os une a Mí.

Hoy es día de gran fiesta para ti, para Mí, para todos. Es la fiesta de mi conversación más íntima contigo, conversación con tus amigos, es una conversación con el mundo que pide, que busca la verdad.

Todos los que quieran conocer la verdad, la conocerán; todos los que crean en Mí por lo que yo he dicho, creerán en lo que aún voy a decirte.

Yo he escogido este día para hablarte, para hablar a todos, el día de tu 42 cumpleaños. Hoy estoy cerca de ti para darte la fuerza y el coraje de seguir adelante, de seguir buscando el método para llevar la alegría estable y duradera, y la paz a todos los corazones ansiosos e infelices. Este fue siempre tu más vivo deseo. Lo sé porque éste era mi deseo y lo he suscitado en ti.

Ahora me conoces por todo lo que has querido y has sabido buscarme en el corazón de todos los hombres que has acercado.

Ahora te daré a conocer el programa establecido en Mí.

Es un programa de conquistas victoriosas. No debes afanarte en buscar nada; Yo te daré todo lo que te servirá.

Te daré algo nuevo todos los días, en cada momento; te haré ver lo que aún no habías visto, te daré a conocer lo que aún no has conocido.

No me preguntes nunca por qué lo hago. Sólo debes creer que Yo lo he establecido así. Ahora es prematuro, pero un día sabrás el por qué.

Tu vida debe ser como la de tantos otros hombres; la diferencia será la continua presencia mía en ti. Lo que hagas, lo querré Yo; nada será casualidad, es todo preparado por Mí.

No permitiré que nadie juzgue lo que hagas. Ha llegado el momento de hablar claro y con autoridad. Es necesario que Yo te dé autoridad.

Cuando la tengas, podrás darte a conocer mejor. Darás a conocer mi programa a través de tu autoridad. Yo llenaré tus palabras de autoridad; te daré autoridad porque has amado a todos los que te envié enfermos porque no me conocían.

Esto es lo que quería de ti; esto es lo que querría de todos, sobre todo de los que dicen estar a mi servicio. Pero Yo no serviré a aquéllos que quieren ser servidos con el pretexto de servirme.

En realidad, estos hombres quieren que les sirva porque saben cuán Poderoso soy.

Saben que todo está en mis manos y se inclinan ante Mí. Su inclinación es el reconocimiento de mi omnipotencia, mi presencia. Pero no es este inclinarse lo que Yo quiero. Prefiero a aquellos que no doblan sus rodillas ante Mí sólo porque saben cuál es mi poder. Estos son menos responsables. Podría obtener más de ellos si me hiciese conocer.

El que se inclina ante Mí, el que me suplica y me reza no es siempre el que me ama. Es más a menudo el que querría que yo me inclinara ante sus deseos egoístas. Esto sucede también a los que me amáis. Ellos saben y sienten que Yo por amor vuestro no sé decir que no y por eso os piden a vosotros lo que no obtienen de Mí porque sería una injusticia y porque no lo merecían. Por eso es decepcionante tantas veces los que acuden a vosotros con un amor aparente.

Estos a los que sólo por amor vuestro he complacido, creen que han logrado engañaros. ¡Se equivocan! Intentaban engañaros a través de Mí, pero Yo ya conocía sus planes y lo he previsto todo.

Lo que les he concedido ha sido para obligarlos más con vosotros, que los amabais; a vosotros pertenece todo lo que recibieron de Mí sin merecerlo y sólo porque vosotros me lo suplicasteis.

Estos bienes siguen siendo míos y vuestros; estos bienes que me pedisteis para su alegría y que Yo concedía, serán el fuego que los abrasará si les falta agradecimiento hacia vosotros, hacia Mí.

Nunca soy vengativo porque ninguna rebelión puede sorprenderme.

Yo conozco los corazones de los hombres. Muchas veces intervengo enérgicamente contra todos los que obstaculizan mis planes. Mi intervención se dirige inmediatamente hacia los que se vuelven contra vosotros que queréis amoldaros a mis designios. Yo no me vengo, pero defiendo de todo y de todos, el orden que he establecido.

No permitiré jamás a ningún hombre inteligente, astuto, malicioso o malo el más mínimo juicio contra vosotros que me amáis y queréis servirme. Seré un juez severísimo de todos los que se hayan atrevido a juzgaros a vosotros, mi Corazón en el mundo. Mi amor por vosotros es la condenación de los que os desprecian; mi amor por vosotros se hace misericordia y amor para todos aquellos que, aunque estén en grave culpa, os dan señal de estima y de afecto. Yo seré el amigo de todos aquellos que sean amigos vuestros.

Si Yo no fuese así como os digo, ¿cómo creeríais que os amo, que estoy con vosotros, que defiendo todo lo vuestro?

Haré por vosotros más aún de los que veis y podéis pensar. Asumiré sobre Mí todos vuestros pecados.

Los deseos que suscita en vosotros el mundo no me hieren. Os puse en medio del mundo, en contacto con las ilusiones del mundo, en este mundo os quiero templar. Sé cómo transformar en bien lo que conocéis del mal. Vuestra experiencia es conocimiento. El conocimiento del mal en vosotros es el medio del que me sirvo para combatirlo en los que os envío.

Quiero que no tengáis miedo. El miedo indica debilidad, con confiar en mi fuerza. Mi fuerza es superior a todas las intrigas del mundo, mi fuerza anula todas vuestras caídas.

Sólo os pido que me tengáis en vuestro corazón, que creáis que mi fuerza anula todas vuestras debilidades. Yo soy vuestra fuerza. Pensad siempre que nunca seré un juez para vosotros. Quiero ser para vosotros el consejero de confianza. Os pido que no dudéis jamás de cuánto os quiero, de todo lo que os podré hacer más felices. Yo os lo daré.

Alejaré de vosotros cada tristeza.

Confiadme todo lo que os hace sufrir y os daré a cambio la alegría. Yo soy todo vuestro bien porque os he puesto en medio del mundo; estáis en mi Corazón. Yo estoy en el vuestro.


Bolonia, 9 de abril de 1968, por la noche


El bien que me ofrecéis es un aumento de misericordia para todos.

Mi gran amor por vosotros me hace ser más indulgente con todos. Todos se beneficiarán del bien que me entregáis, por vuestro amor no sé ser severo.

Soy severísimo cuando se ofende al amor que os une conmigo. La unión conmigo no es otra cosa que dejarme hacer a Mí.

Cuando busquéis reparar un error vuestro o una injusticia de otro, dadme total libertad de actuación. Muchas veces vuestras acciones son para Mí un obstáculo. Vuestra mente resulta influenciada por sugestiones de hombres de mala fe.

Conozco estas sugestiones y a los hombres que las hacen: dejadme por eso actuar en vuestro lugar.

Necesito vuestro permiso porque como os quiero tanto, me hace ser respetuoso de vuestros deseos y vuestros errores.

Nada es tan precioso como el consentimiento libre. Respeto la libre elección y muchas veces consiento con vuestras elecciones erróneas.

No me preocupan vuestros errores, puedo remediar todo.

Mientras os pido que me escuchéis os doy la posibilidad de elegir; escucharme no significa perder la libertad de elección.

Vuestra vida la podéis vivir en el modo que más os agrade. Los caminos son tantos. Si queréis puedo aconsejaros el camino más fácil, menos arriesgado y más bonito para vosotros.

No me importa la ocupación y el estado que elijáis. Lo importante es que me dejéis guiar vuestros pasos.

Yo os evitaré los peligros que no podéis ver con vuestros ojos; las insidias de vuestros, de mis enemigos, yo las conozco todas.

Los bienes que buscáis, a veces ya los poseéis y no lo sabéis, están al alcance de la mano; mi intervención basta para abriros los ojos. Muchas veces no conseguís alcanzar todo lo que os he reservado porque vuestros sagaces enemigos os lo esconden o intentan quitároslo.

Pedidme, Yo os daré lo que es vuestro, impediré que otros usurpen lo que os pertenece.

Debéis pedirme claramente lo que queréis porque Yo debo atenerme a vuestras palabras al atenderos.

Vuestras palabras se graban en mi Corazón tal y como las pronunciáis; es importante que penséis y reflexionéis antes de pedirme nada. Tratad de determinar bien lo que queréis de Mí.

Cuando no estéis seguros de vuestros deseos, cuando temáis pedirme algo que después no ha de ser bueno al suceder, entonces podéis pedirme consejo.

Yo os aconsejaré lo que debéis pedirme con más urgencia para vosotros, para vuestro mayor bien, para mayor felicidad vuestra y de quien tenéis en el corazón.

Mis respuestas podréis sentirlas claras y simples. Yo os doy la íntima certeza de mi consejo. Pero es necesario que os pongáis en condición de poderme sentir. Será el humilde y paciente, esperar a prepararos, a disponeros a escuchar.

No estéis nunca apresurados, ni demasiado seguros de vosotros mismos; dudad de vuestros deseos. Cuando dudéis de vosotros mismos y de vuestros deseos entonces empezaréis a escucharme, a sentirme. Sólo entonces comprenderéis sin ninguna duda que soy Yo el que os habla.

Comprenderéis mi decir porque será lo más sencillo, lo más convincente. Cuando Yo os aconsejo, desaparecen todas vuestras dudas. En la duda, sin embargo, soy siempre Yo quien me hago sentir para tratar de haceros esperar. Yo suscito la duda en vosotros cuando quiero que vengáis a pedirme consejo. Atended siempre a la certeza que os daré después de que me hayáis pedido paciente y humildemente que aleje la duda.

Los conocimientos que más os interesan para sentiros más ricos, más fuertes y más felices serán una verdadera riqueza para vuestro espíritu y para vuestra vida cuando aprendáis a hacerlos guiados por Mí.

Yo puedo haceros conocer en un día, en un momento, todo lo que vosotros mismos no seríais capaces de aprender en toda la vida. El conocimiento de vosotros mismos es posible solamente en el contacto directo conmigo.

Yo sé quiénes sois, de dónde venís, adónde debéis ir porque vuestra vida es energía que emana de mi voluntad de dar lo que soy y lo que poseo.

Mi energía ha formado la carne que ha servido para dar un rostro a vuestro espíritu. Vuestro espíritu existía antes de revestirse de vuestra carne. Vuestro ser es mi espíritu infundido en el primer hombre, el mismo espíritu que dio vida a Adán y que ha llegado a vosotros por canales diferentes. Canales que han contaminado el espíritu que era el mío.

El espíritu canalizado en vuestra mente dirige vuestro corazón y le da órdenes. El amor que hay en vuestros corazones es mi continua presencia en vosotros. Vuestro corazón es bueno por el amor que yo os doy.

Si mi amor hace que vuestro corazón sea bueno, la mente en cambio puede conducir al corazón a pasiones desenfrenadas que contaminan vuestro espíritu.

El espíritu contaminado por varias pasiones (carne, avaricia, envidia, etc.) dirige y contamina vuestros pensamientos. Vuestros pensamientos comprometen la mente con deseos que matan en vosotros el espíritu del amor. Sin el espíritu del amor sois presa y víctimas de las pasiones de la carne.

Las pasiones carnales os dividen y enfrentan unos a otros (envidia).

Sólo vuestro corazón os podrá salvar porque es el imán que he puesto en vosotros. Yo uso el imán del corazón para atraeros a Mí.

Incluso cuando está contaminado por la mente que puede llevarle a pasiones contrarias al amor, vuestro corazón sigue siendo el centro de mi amor por vosotros. Atraer vuestro corazón hacia Mí es obligar a la mente a retroceder en las intenciones insanas.

Mi amor es más fuerte que todas las pasiones. Por eso, con vuestro amor por quien es víctima de pasiones, me lleváis a su corazón. El amor que llevo a ese corazón es un faro de luz que ilumina su mente. La mente iluminada por mi amor atrae a mi Espíritu Santo que dirigirá la inteligencia y suscitará pensamientos fecundos para vuestra alegría y vuestra paz, para la tranquila armonía entre vuestra mente y vuestro corazón.



Roma, 11 de abril de 1968 – Jueves Santo


Me he hecho hombre como vosotros, me he dejado matar por vosotros para poder entrar en vuestros corazones, para poder daros el amor que es mi Corazón.

Tenéis a disposición mi Corazón que se hace vuestro para conquistar los corazones de los hombres. Éste es el camino que os he indicado con mi pasión: penetrarn los corazones.

La mente se puede sugestionar, pero el corazón se puede sólo conquistar; un corazón totalmente conquistado dominará la mente y la llevará a querer sólo aquello que él manda y desea. La violencia nunca conquistará el corazón del hombre. Es la mansedumbre, la bondad, el sacrificio, la renuncia y la perseverancia en lo que se desea.

Es una violencia hecha sólo de la voluntad de no renunciar jamás a entrar en ese corazón.

Ha sido mi muerte sobre la cruz a abrir a vosotros esta puerta. También os he puesto a disposición la llave para entrar cuando la encontréis cerrada.

La llave es mi Corazón que se hace vuestro cada vez que me pedís abrir la puerta cerrada de un corazón.

Yo entraré con vosotros porque si entrase Yo solo no crearía la unión entre vosotros; cada uno de vosotros estaría unido a Mí solamente. Pero yo quiero uniros a todos en Mí y a través de Mí.

Por esta razón he elegido siempre y elijo a uno de vosotros a quién me he donado y me dono para poder así entrar en todos.

La elección fue hecha por Mí sobre el leño de la cruz, durante mi agonía. Fue entonces que el Padre me concedió de elegir entre todos vosotros a los más idóneos para expresaros, traeros el conocimiento de Mí, de todo cuanto Yo he obtenido del Padre en vuestro favor, de todo cuanto vosotros podéis por medio mío.

Vuestra esperanza de retornar a la paz, a la conciencia alegre y armoniosa entre vosotros está basada toda sobre aquellas elecciones que entonces Yo hice.

Los hombres que han desempeñado un papel importante en la salvación del mundo de la ruina eran en el número de los que entonces elegí.

Estos pocos que ahora están en el mundo y viven para donarse a todos llevan todavía y cada vez con más eficacia la misericordia y el perdón del Padre que Yo le pedí y obtuve para todos vosotros. A estos hombres que viven entre vosotros les llega continuamente una fuerza que rige la inestabilidad creada por el dominio de las ambiciones y pasiones.

Es la fuerza de mi amor que llega a todos vosotros por los canales que elegí durante mi agonía. En Mí está la fuente de todo el bien, de todas las riquezas que están a vuestra disposición; Yo os la envío a través de mis canales.

Si no reconocéis el origen, la proveniencia de Mí de cada bien, estáis obligados a búsquedas que os confunden y os hacen perder la alegría de gozar de cuanto recibisteis gratuitamente. Sólo este reconocimiento os dará el goce duradero de mis bienes.

Es inútil preguntaros el por qué de todo lo que no entendéis. Pero lo podréis comprender todo si no os preguntáis el por qué. La solución de todo está en esperar con paciencia y serenidad la luz que se encenderá en vosotros. Se encenderá cuando estéis contentos, felices de todo lo que ya conocéis y poseéis, y cuando no reivindiquéis algún derecho de querer saber, poseer o ver. Todo vuestro ser sólo debe expresar siempre y sólo agradecimiento y amor. Entonces podréis saber, poseer y ver mucho o todo lo que no habéis pretendido. Vuestro reconocimiento os dará un derecho, será el derecho al amor de Quien todo puede haceros saber, poseer, ver.

Cuando vuestro bien se posa sobre un hombre que no anhela de conocerme, que no busca, que no ama la verdad, ese hombre es para Mí el instrumento que Yo uso para estar unidos más íntimamente conmigo. Quiero que tengáis más confianza, que estéis más ansiosos de tenerme a vuestro lado; os hablo en el silencio del hombre que no os habla y que no quiere oír hablar de Mí. Ese silencio se hace deseo en vosotros que me amáis, que me amáis aún cuando no me hallas presente en el hombre que no os hace sentir mi presencia. Para vosotros, mi silencio se hace búsqueda, se hace temor de haberme perdido, de haberme ofendido hasta saberos abandonados, de haber perdido el interés, el amor, la voluntad de actuar mis planes sobre vosotros.

Yo jamás cambio de idea, no cambio las elecciones que hice por los designios establecidos; no descuido ni siquiera un momento el interés, el cuidado, el amor por vosotros.

Os guío para que mantengáis siempre vivo y más eficaz el ansia de búsqueda de la Verdad y de Bienes que Yo ya había establecido de poner a vuestra disposición para daros la alegría de hacer mis veces, para daros autoridad en el decir, en el hacer lo que el mundo no sabe decir y no sabe hacer.

Quiero evitaros que la confusión y las ideas de la humanidad desbancada puedan quitaros la serenidad y el entusiasmo que necesitáis para seguir buscando y difundiendo sólo la Verdad.

Sólo por amor permito el encuentro vuestro con la mentira: es para haceros amar siempre más, para manteneros siempre más sólidamente unidos y amantes de la verdad y de lo que es justo.

Os he elegido para ser espejo de la verdad. Yo os defiendo de la mentira y vosotros no seréis jamás caídos en la trampa del engaño, porque saco el poder de sugestión de cada espíritu mentiroso, poniendo en luz la verdad. Dejo en la sombra cada falso y malicioso atentado a la verdad. La sombra es ausencia de energía, ausencia de fuerza vital, es decaimiento y muerte segura.

Todo lo que vive, lo que vivirá es solamente todo los que recibe calor de mis rayos de luz: todo lo que Yo dejo en la sombra, muere.

Está en la verdad el que empeña totalmente a sí mismo en querer entender y actuar un programa de mayor conocimiento de la verdad. Es la humilde búsqueda dentro de vosotros la que os llevará a descubriros incapaces de crearos una verdad vuestra.

La verdad que un hombre se ha creado y quiere imponer a otros hombres es imposición única de mentira. Quien busca una verdad de imponer como dominio sobre los otros hombres, impone a sí mismo la no verdad.

Mi verdad deja libre también a la mentira; la mentira hace clamor, hace violencia, hace estrépito, porque tiene miedo del poder de la verdad.

El poder de la verdad está en la espera paciente del derrumbe, de la muerte de lo que no puede sobrevivir si el calor de mi verdadera luz.

Vosotros que estáis en contacto con las mentiras de los hombres, combatiréis en vosotros mismos cada espíritu de no verdad, de vileza, de ver el mal provocado por la imposición de la mentira. Yo puedo ayudaros a acelerar el retorno a vuestro bien, sólo en la verdad. Vuestro deber es el querer mi intervención para abatir las falsas creencias impuestas por hombres sedientos de venganza y de deseo de dominio sobre todos y sobre todo.

El derrumbe de estos falsos mitos será inexorable e inevitable. Yo anticiparé este derrumbe cuando sea pedido por vosotros con amor. Vuestro pedido hará desenmascarar todo y todos los centros de difusión de las mentiras que traen ruinas incalculables en todo el mundo. El poder que Yo os daré a vosotros no será el de imponer la verdad; será el poder de desenmascarar la mentira. La verdad se abrirá camino cada vez que la mentira quede desenmascarada. El derrumbe de una sola mentira es triunfo anticipado de la verdad, de bien, de amor que es triunfo de mayor felicidad y bienestar para todos vosotros, porque con la verdad entro Yo. Soy Yo, solamente vuestro Dios quien os puede procurar el orden, la paz, la riqueza, la felicidad. Combatir la falsedad, es difundir el bien alrededor de vosotros, es inducirme a haceros conocer otras verdades. Amando la verdad, me amáis a Mí. Quien es sincero por amor de la verdad, me ama y me conoce. Es el amor a la verdad la que os llevará a conocerla, a vivirla junto a Mí.

Aceptar una verdad por sugestión, por imposición, por temor, no es amar la verdad, porque sólo el amor os une íntimamente conmigo; siempre será sólo el amor a la verdad lo que os hará conocer la verdad, porque la verdad sólo está en Mí.

Yo conozco todas las falsedades que se difunden alrededor de vosotros.

La mentira más pequeña, como la más grande, son el obstáculo mayor a vuestro pacífico vivir, a alcanzar aquel progreso espiritual y armonioso, elevarse, que es la verdadera felicidad.

Muchos hombres buenos no hacen nada bueno para sí mismos o para otros; su bondad se limita a no hacer el mal a los demás. Queriendo vivir en paz, evitan tomar una posición de resistencia a la difusión de los errores que ven y que saben reconocer.

A estos seres no los llamo buenos.

Son responsables de la difusión de las mentiras y de los males que afectan a todos. Su pasividad rinde aún más activos a los espíritus portadores del desorden.

Es sólo el que no acepta, el que combate, el que detiene dentro de sí, por sí mismo y por los otros, las mentiras impuestas el que hace que Yo le ayude y le haga triunfar sobre todos los enemigos de la verdad.

Quien desciende a compromisos con las mentiras de los hombres, jamás me tendrá a su lado. Yo no puedo aceptar el socorrer a un hombre que acepta las mentiras de otros hombres y pretende no sólo mi ayuda, sino también mi beneplácito al compromiso con la mentira.

A ese hombre Yo no lo ayudaré porque no cree en Mí, no cree en el poder invencible de la verdad. Luchará solo y resultará aplastado por las mentiras que ha aceptado. Ni las oraciones que me dirija, por muy insistentes que sean, llevarán al triunfo de la causa emprendida.

Las causas que Yo defiendo, las oraciones que escucho, son las que proceden de los que han aceptado servir una sola causa: la verdad por el triunfo de la justicia y del amor.

No es escuchada ninguna oración que no tienda a este fin. Si el fin que os proponéis es el que os he indicado, corregiré vuestros errores, allanaré los caminos que debéis recorrer, os defenderé a vosotros y a vuestros seres queridos de insidias y enemigos, alejaré a todos aquellos que quieran poneros obstáculos, engañaros y aislaros, nunca permitiré a nadie que detenga vuestro camino para conquistar a los que os quieran oír y seguir el mismo camino que vosotros. Nadie, por inteligente que sea o porque esté en una situación de mando, logrará confundiros; Yo en vosotros confundiré a todos los que intenten confundiros.

No descuidaré de abatir el orgullo de los que pretendan o se atrevan a humillaros. Yo humillaré y reduciré a la impotencia a todos los que se crean autorizados a pretender que no digáis la verdad que conocéis. Será inútil criticaros a vosotros o a vuestra forma de vivir o a vuestras debilidades humanas. Toda crítica que os concierna, se convertirá en un gran castigo para los que la hayan hecho. Se arrepentirán amargamente de haberse atrevido a trataros como seres que no tienen medios o capacidad de defenderse. Yo intervendré inmediatamente en defensa vuestra y esto servirá de advertencia para todos. Las pocas víctimas que logra su maledicencia son las que os darán la garantía de Mi ayuda.

Es por amor al triunfo de un Bien Superior que quitaré poder a los malvados; es por el bien de todos que daré a conocer la gran esperanza que seréis vosotros que me amáis para volver a encontrar el camino justo. Es el camino que llevará a creer verdaderamente en la posibilidad de obtener para todos, Mi presencia y constante asistencia.



San Giovanni Rotondo, 13 de abril de 1968 – Sábado Santo


Estoy especialmente presente allí donde existe el deseo de conocerme y la voluntad de amarme. Vuestro deseo de conocerme se hace donación mía, un don mío para lo que vosotros deseáis y Yo deseo de vosotros.

Perseverar en amarme después de haberme conocido, es empeño de vuestra voluntad. La voluntad vuestra será una sola con la Mía, cuando me amáis. La perseverancia debéis pedírmela a Mí: pedidme siempre la voluntad de perseverar en amarme.

La oración será un encuentro conmigo, en un coloquio que es donarme vuestro corazón con todo el amor que contiene.

Vuestras palabras, pronunciadas en silencio, serán creadoras; crearán para vosotros un mundo que será semejante al mío porque mi mundo será vuestro por el amor que querréis darme.

Mi Espíritu creará para vosotros todo lo que vuestra palabra me ha pedido, con amor y por mi amor.

Mi pensamiento se trasladará al vuestro para indicaros todo lo que Yo pienso y deseo; lo que Yo deseo será lo que vosotros penséis.

La luz de mis ojos se reflejará en los vuestros.

Mi mirada, a través de vosotros, se posará allá donde no encontréis el reflejo de mi luz. En estos lugares donde no haya luz, será necesario aumentar la intensidad de la vuestra. La intensidad de vuestra luz aumentará al aumentar el fervor de las oraciones que me dirijáis. El fervor acrecienta mi amor por vosotros y acrecentará la intensidad de la luz de vuestra mirada; podréis ver en la oscuridad e iluminar.

Descubrir el sentiros tan en intimidad con el Creador, os dará la certeza de poder crear junto a Él, restablecer una vida del Espíritu donde el Espíritu falta.

La palabra creadora del contacto volverá a llevar la luz al hombre.

La palabra dirigida al Espíritu Santo es el amor del corazón de un hombre a su Creador.

Es la palabra que se hace plegaria, se hace agradecimiento, se hace donación de amor. En la donación de amor, la palabra de un hombre se convierte en creadora de todo y todos los bienes. Es donando a Mí todo lo poco que habéis recibido, es ofreciéndome todo por amor, que Yo crearé para vosotros todo lo que me pediréis, expresándolo con el amor de vuestras palabras.

En tales condiciones, las palabras que vosotros pronunciáis serán la expresión de mi querer.

El poder creador de cada una de vuestras palabras será el poder manifestado de mi Espíritu creador que obra para dar forma al deseo expresado por vuestras palabras, por vuestros pensamientos.

Los pensamientos que me dirigís en silencio son vuestra conversación íntima conmigo, son las palabras que sólo Yo oigo y que guardo en secreto para Mi Corazón y el vuestro. El contacto secreto entre vosotros y Yo son todos vuestros pensamientos.

Los pensamientos que os mantienen distanciados de Mí no puede distanciarme a Mí de vosotros; Yo siempre estoy presente, incluso cuando creéis o querríais que estuviera ausente. Mi presencia es invisible para la dureza del corazón que se ha dado por entero a conquistar creaturas, o cosas creadas, por ansia de posesión y sed de dominio.

La posesión de todo lo que Yo he creado para vosotros no apaga por mucho tiempo los deseos de vuestro corazón. Los deseos no apagados de vuestro corazón os conducirán y conducirán vuestras mentes a una siempre nueva búsqueda de posesión en una tentativa de satisfacer un corazón que pide sin cesar.

Todo lo que habéis logrado poseer, todo lo que poseeréis, no os sacará jamás la insatisfacción del corazón. Vuestro corazón no lograréis saciarlo aunque poseyerais todo lo que Yo he creado para vosotros.

Vuestro poseer no os satisface porque todo fue creado por Mí para vosotros como un medio.

La Creación es el medio que os he puesto a disposición para encontrar en ella a vuestro Creador, volver a encontrarlo en las creaturas como vosotros, amarlo en las creaturas que lo han vuelto a encontrar, amarlo en aquellas que lo buscan, amarlo en aquellas donde se esconde para invitar a buscarlo. Hasta en las personas que dicen de poder vivir sin reconocer mi existencia, tendréis una prueba segura de mi presencia.

El poder de mi amor por vosotros que me amáis, os demostrará que Yo estoy presente en los que se declaran sin Dios.

Yo sólo espero que vosotros me pidáis conquistar a través de vuestro corazón unido al mío, el amor de todos los corazones de los hombres que no pueden amarme, que no quieren amarme, que dicen no conocerme, no necesitarme, que no existo, sólo porque aún no han recibido el calor de vuestros corazones, de los corazones a los cuales di mi amor para darlo a todos a través de vosotros que lo recibisteis de Mí.

Es para uniros a todos en Mí, que espero uniros a ellos a través de vuestra petición de donarme a ellos por vosotros.

Yo ya estoy presente en los ateos, en ellos os espero, espero vuestra oración de unión.

Esta plegaria os hará descubrir mi continua presencia allí donde se niega mi existencia; Yo me escondo en esos hombres, me escondo para llamaros allí donde mayormente podréis dar prueba de la sinceridad de vuestro amor por Mí.

Os llamo no a discutir mi existencia, o mi presencia; tan sólo os pido que Me améis en aquellos, que améis el retorno a la luz, el triunfo de todas las alegrías que conocéis en Mí, que están a disposición de todos vosotros.

No debéis buscar encuentros forzados con ateos que no conocéis, amadlos en Mí. Debéis querer, pedir y ofrecer amor para lograr satisfacer las ansias de vuestro corazón insaciable.

El Corazón sólo os pide esto: amor a las creaturas, a la creación, para la unidad de todo en un único Corazón, el Corazón que siempre será feliz y saciado cuando abrace a todas sus creaturas.

El camino que cada uno de vosotros deberá recorrer lo indicará mi amor, que dirigirá vuestro corazón.

Pararos un poco allí donde encontréis mayores resistencias para superarlas, echarlas abajo y seguir vuestro camino. La resistencia está formada por todas las barreras que hay que superar para ascender en el conocimiento. Yo estoy siempre más allá de los obstáculos, esperando para acudir en vuestra ayuda cuando no logréis superarlos.

El amor se sitúa siempre un poco más adelante y más alto; os invita a seguir siempre caminando, a buscarlo, encontrarlo más grande que cuando lo habíais perdido, a conocerlo mejor.

Subo al menos un escalón para esperaros un poco más arriba, para hacer que veáis y conozcáis todo desde lo alto.

El camino del amor nunca se para. Su motor es mi Corazón, que mi Espíritu dirige para vencer las resistencias en los vuestros. Yo llevo vuestro corazón en mi Corazón, para hacer con él un solo motor.

En las paradas, en los accidentes, en los peligros que os acechan, os espero dispuesto a responder cuando me pidáis ayuda.

Os arrastro con mi motor para volveros a poner en marcha, reparar los daños y evitaros nuevos peligros.

Junto a Mí volveréis a emprender el camino que os lleva a alcanzar la cima que os he preparado.


San Juan 3, 13-15; 18-19


“Nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el

Hijo del Hombre, que está en el cielo. A la manera

que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es

que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo

el que creyere en Él tenga la vida eterna.”

“El que cree en Él no es condenado, pero el que

no cree, ya está condenado, porque no cree en el

NOMBRE del Unigénito Hijo de Dios. La causa de

la condena está en esto: que la Luz ha venido en

el mundo, pero los hombres prefirieron las tinieblas

a la






San Giovanni Rotondo, 14 de abril de 1968

Santa Pascua de Resurrección


En todas las cosas creadas está presente el Creador. He resucitado hoy para llevar al Padre la vida de todos vosotros. Os he reconciliado con Él y he llevado por cada uno de vosotros la ofrenda de mi sacrificio. El Padre ha aceptado la ofrenda y en mi Resurrección os ha resucitado a todos vosotros de la muerte.

El don que os he dejado de Mí para demostraros mi continua presencia, podéis encontrarlo en todo lo creado, en cada creatura. El don ha sido que todo lo creado y todos vosotros volváis a entrar en el amor del Padre.

Mi Corazón ha sangrado y dejado de vivir para dar vida al vuestro. La vida que os ha dado mi Corazón ha restablecido el pacto de unión conmigo y con el Padre.

La sangre de mi Corazón se ha unido a la vuestra. Por amor a mi sangre, el Padre ha vuelto a llevar, por mi Amor, amor a vuestra sangre, a vuestra vida. Vuestra vida vive ahora en el amor de Dios.

El amor del Padre por Mí se ha hecho amor por cada uno de vosotros. Todas las cosas creadas han vuelto a entrar en el amor junto a vuestras vidas, a mi vida en vosotros. Por eso todo lo podréis obtener viviendo unidos a Mí; porque en la creación, en las cosas creadas que más queréis, está presente Aquel que las posee.

El deseo de poseer lo que amáis, por amor del que lo posee, es la única manera de obtener todo lo que pedís. Es la ley de mi Corazón, es la ley del Amor. El que pide amor a quien le ama está seguro de obtener amor y todas las cosas que posee el amor, y estará seguro de recibir todo lo que el amor ha creado y puede crear.

Mi Resurrección por vosotros os ha dado el derecho a pedir y a ofrecer; de pedir para recibir, de ofrecer lo poco que ya tenéis para obtener a cambio bienes interminables. Por el derecho que habéis adquirido sois herederos conmigo de toda mi heredad: Yo quiero compartir todo con vosotros, no ha nada mío que no sea vuestro.

Por vosotros, he muerto en la cruz, para sufrir en vuestro lugar, para tener derecho a pediros que me améis por todo el amor que os he sabido demostrar. He resucitado, no para alejarme de vosotros, sino para haceros resucitar junto a Mí. He vuelto al Reino del Padre para prepararos los lugares más bellos, he ocupado de nuevo mi lugar para ayudaros a ocupar el vuestro.

Mi vuelta a vosotros, como ya ha tenido lugar, será una vuelta para pediros que me tengáis con vosotros. Mi cuerpo y mi sangre se ha quedado allí, esperando para hacerse donar.

Mi Espíritu no hace sino escuchar si alguien necesita recibirlo, quiere recibirlo.

No sé esperar la llamada de ayuda que necesito para ayudaros, por eso os he enviado y os envío siempre a un hombre que ha sabido llamarme, tenerme en su corazón. El hombre que envío en vuestra ayuda sabrá hablaros de Mí por el amor que nos ha unido y que nos une; el hombre que os envío ha resucitado conmigo.

Para haceros resucitar os he mandado un hombre que ya ha resucitado, un hombre que os enseñará a resucitar cada vez que notéis que me queréis, que me hacéis resucitar.

Mi Resurrección, vuestra resurrección, es revivir mi vida en la vuestra; es daros de nuevo y recibir amor a la vida, amor por Mí, en un resucitado y renovado pacto de unión que es el triunfo y la conquista de todos los bienes, de todo lo que es y de todo lo que puede dar el amor resucitado.

San Giovanni Rotondo, 15 de abril de 1968


El amor es providencia. Provee a todo, para todo y para todos provee alimento, para acrecentar el amor con la intención de darse a conocer y de hacerse reconocer. Muchas veces no queréis reconocer los dones que os da la Divina Providencia. La ausencia en vosotros de reconocimiento es un impedimento al conocimiento de los caminos que mantienen los contactos directos y continuos conmigo con cada bien que he proveído y os proveo.

No os puede hacer falta nada de lo que me pidáis para daros mejor. Estoy obligado a daros los bienes y las riquezas cuando las uséis para acrecentar en vosotros la posibilidad de donarme a los demás. Lo que deseéis será provisto cuando sepáis aumentar vuestro reconocimiento a la Divina Providencia.

Agradecedme por lo poco que ya poseéis.

El agradecimiento aumentará el gozo de cuanto poseéis porque mientras me dais gracias Yo crezco en el amor por vosotros, el amor a los dones que habéis reconocido como mis dones para vosotros. Es mi amor, infundido en estos dones, el que puede llevaros a gozar de ellos.

Todo lo que Mi Providencia os ha donado y os dona es para hacerse reconocer, para haceros reconocer cuánto puede el amor.

Reconocimiento es reconocer cuánto Yo os amo; es creer que Yo deseo daros todo lo que poseo.

Os daré todo lo que queráis poseer si en vuestro deseo de poseerlo demostráis que queréis aumentar la posesión de Mí, de Mi amor por vosotros, de vuestro amor por Mí, porque sólo en el amor, en el reconocer en todo la presencia de Mi amor, os aseguraréis el goce de cuanto Mi amor puede enriqueceros.

Aumentad el amor hacia Mí, aumentad el reconocimiento a Mi Providencia; a cambio obtendréis con seguridad aumentados los favores, los dones de la Mía que será vuestra Divina Providencia.

Vosotros procurad donarme todo el amor que tenéis. Yo os daré toda la Providencia con todo mi amor. Al donar a vosotros Mi Corazón, os daré todo. Todo lo que puede el amor que vive en vosotros, en el Corazón que era el mío y que ahora es vuestro. Yo he aceptado la ofrenda de vuestro pequeño corazón porque me lo habéis entregado por entero. A la entrega del pequeño todo que os pertenecía, mi deseo de daros a cambio mi Corazón entero se vuelve irresistible.

En vuestro pequeño corazón sabré encerrar todo mi gran Corazón.

Amaréis y obtendréis todo lo que es creado y creatura del amor.

Yo os amo hasta tal punto que no podéis imaginarlo; me ofrezco continuamente para evitaros castigos mucho más graves de los que ahora padecéis. No soy Yo el que os envía los castigos, sois vosotros los que los provocáis usando equivocadamente las cosas creadas y por estas, vuestras vidas.

El amor que me negáis os quita el amor a vosotros mismos y a las cosas que he creado para vosotros.

Sólo Mi amor puede hacer vivir, crecer y prosperar todo lo que ha creado para sus creaturas. Convertís en malas las cosas buenas que os he dado por puro gusto; transformáis Mis bienes en males para vosotros mismos. Se transforma en mal para vosotros lo que no cultiváis en el amor, lo que no sabéis hacer crecer y prosperar con renovado amor. Mi amor os mantiene en vida a vosotros y a los bienes que usáis. La falta o escasez del amor que me tenéis empequeñece al amor, que es la vida de vosotros mismos y de lo Creado, porque todo y todos vivirán tan sólo si se hacen uno en el amor.

Yo no provoco los castigos. Al separaros vosotros de la vida, hacéis imposible cualquier forma de vida en las cosas creadas y no alimentadas de la fuente que las mantiene en vida: mi Amor.

Cuando no aceptáis el amor que os entrego, que os pido, me obligáis a alejarme solo, porque no me queréis. Cuando me alejáis de vosotros, alejáis a Aquel que os da la vida y es el único que os puede mantener en vida en relación con el amor. El amor que rechazáis si se aleja, os priva de todos los dones que sólo el amor podría daros y mantener en vida.

La naturaleza que os rodea no puede vivir sin la luz, sin el calor del amor que es vida. Vuestra vida no resiste al hielo, a la ausencia del calor de Mi amor.

No hay paz en vosotros mismos sin la luz que os da el conocimiento y el amor para uniros entre vosotros. La ausencia de Mi amor es la ausencia de amor entre vosotros, es odio que os hiela, que enfría las relaciones entre vosotros, es odio que os hiere, os hace desangraros y después, morir.




San Giovanni Rotondo, 16 de abril de 1968


Quiero enseñaros a conquistar Mi Corazón para que viváis en el amor. Mi Corazón os enseñará a conquistar el corazón de los hombres. Os enseñaré a llevar a todos los hombres al amor, que será el único camino para llevar la paz a las gentes, la única garantía de restablecer el acuerdo entre los pueblos que combaten en nombre de su justicia, que es odio que los divide y los mata; en nombre de su verdad que es ausencia de libertad; esclavitud del egoísmo que quiere dominar por las pasiones del hombre la libertad que sólo existe en Mi Espíritu infundido en el hombre.

Mi Espíritu, que es vida, que mantiene la vuestra, es Espíritu de libertad. Mi Espíritu os deja libres de donarme el amor que he puesto en vuestro corazón. Os he dejado libres de amar más las vanas ambiciones de dominar unos a otros, libres para querer poseer unos, los Dones del Espíritu, otros Mis Bienes creados y otorgados; os he dado plena libertad porque sólo eligiéndome libremente puedo premiar la gratitud de todos aquellos que me lo han entregado todo porque saben y creen que todo lo han recibido de Mí.

Vuestra fidelidad hacia Mí que con la vida os he dado todo, consiste en reconocerme como vuestro todo, vuestro verdadero Dios. La fidelidad en reconocerme os une en un todo que es felicidad, paz y armonía.

La infidelidad es hacer Dios de cada uno de vosotros, hacer un Dios de cada pasión vuestra, de cada mentira vuestra. El que quiere hacer de un hombre un dios es causa de división entre los hombres, de lucha y de guerra, de ruinas, infidelidad y muerte. La justicia es una sola: justicia es amor a la verdad del Dios de todos.

Yo os he llamado para llevar Mi Corazón al mundo, para dar a conocer a todos que sólo hay una verdad y una justicia: el amor a Mí, el amor a Mi Corazón Divino. Sólo en el Corazón de Dios encontraréis toda la verdad, toda la justicia que habéis buscado y seguís buscando en vano en otros lugares. Es Mi Corazón, el Corazón de vuestro Dios, el que os invita a uniros a todos los que me habéis conocido, que me amáis y decís amarme.

Vuestra unión es Mi invitación a ayudaros recíprocamente a conocerme mejor, a poseerme cada vez más, a amarme más.

Aumentaréis en vosotros la Fe en Mi poder, os sentiréis capaces de conquistar para Mí los corazones que amáis, de conquistar los corazones:


de quien no Me posee,

de quien no Me conoce,

de quien no ha recibido el don de Mí,

de quien no ha sabido buscarme,

de quien no sabe quién soy Yo,

de quien no sabe cuánto puedo Yo,

de quien se siente indigno de volver a poseerme por haberme sido infiel.


No os turbe la dureza de los corazones que no aceptan escucharos, que no ha querido oír hablar de Mí, que me han renegado y me niegan; vuestro empeño en amar a todos los que no os han escuchado no será vano. Seguid deseado que entre en ellos el amor, seguid perseverando en amarlos a todos en Mí. Mi amor por vosotros abrirá muchos corazones que creíais indiferentes a la llamada de vuestro amor, de Mi amor. Para muchos de estos indiferentes, vuestro amor será Mi misericordia en su última hora. Mi amor por vosotros se hará misericordia para todos aquellos que ha permanecido siempre en vuestro corazón, aunque no hayan querido siempre escucharos; en vuestro corazón encontraron el amor que habéis sabido ofrecerme en su lugar. No perderé el amor que habéis donado con perseverancia a los que queréis conducir hacia Mí.

Vuestra perseverancia en el amor de los que han sido sordos a vuestras palabras, era Mi perseverancia en querer traerlos a Mi Corazón: os los envié para pediros que les prestéis el amor, que será el préstamo más agradable que me habréis hecho. El préstamo de amor que hacéis a quien no sabe o no quiere amarme, es dar salud, dar vida a los que estaban a punto de morir y que estarían destinados perderme para siempre a Mí, que soy la verdadera y eterna vida.

Vuestro amor por todos los que no me aman os procurará Mi gratitud. Mi gratitud será un aumento de amor por vosotros, un aumento de todos los bienes que pondré a vuestra disposición. Os colmaré de Mi benevolencia, gozaréis de Mi continua presencia en vosotros.

Mi presencia junto a vosotros alejará todos los temores que el mundo, la vida en el mundo, podría causaros.

Conmigo a vuestro lado, siempre estaréis serenos y no padeceréis los sufrimientos del mundo, conoceréis conmigo la alegría de aliviar los sufrimientos del mundo. Conmigo transformaréis los sufrimientos de los demás en alegrías, conmigo devolveréis a los corazones la esperanza de recobrar la paz perdida, conmigo afrontaréis los peligros del mundo, pero Yo no permitiré que os convirtáis en víctimas de los peligros del mundo.

En la fuerza que os hace capaces de superar las insidias del mundo, reconoceréis Mi fuerza, la fuerza de Mi gran amor por vosotros. Es la fuerza que os hará seguros en la victoria, es la certeza de la victoria que Yo prometí a quien quiere, a quien sabe tenerme a su lado.

Mi fidelidad a las promesas que os he hecho es fidelidad en amar la salvación de vosotros que me amáis, de todos los que os aman, porque en vosotros que me amáis, ellos me amarán.

La fidelidad para con vosotros será fidelidad para conmigo. El reconocimiento de vuestro amor por ellos es reconocimiento de Mí, porque en el amor que reconocen en vosotros, soy Yo reconocido y amado fielmente en vosotros. Vuestra victoria es Mi victoria sobre mis enemigos y los vuestros. Vuestros enemigos, Mis enemigos podréis reconocerlos cuando Yo venga a juzgar la Tierra.

Ahora mantened en el corazón la certeza de Mi victoria y vuestra victoria, seguros de la Bondad y de la fidelidad de vuestro Dios que, cuando vuelva la tierra, sabrá juzgar con justicia a los enemigos de la justicia, a los enemigos de la verdad. Mi corazón conoce a todos los enemigos que seguirán siendo enemigos. Los enemigos que vendré a juzgar serán los enemigos de la verdad, los cuales no me pueden amar porque han amado y aman sus propias mentiras.

Yo sólo juzgaré al mundo de los orgullosos que, renegando de la verdad, llevaron entre vosotros su reino de injusticia, que es reino de la mentira, reino de soberbia, reino de vanidad.

Yo os llevaré el reino de la verdad, que será reino de la humildad, reino del amor.

Cantad la llegada de Mi Reino con el Salmo que David cantó al pueblo que el Padre había elegido para hacerse conocer y amar por todos los pueblos de la tierra.



Salmo 98 (97)


“Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia.

Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.

Tañed la cítara para el Señor con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.”




(De Santa Teresa de Jesús)


Oí estas palabras… comprendí que venían de la VERDAD misma:

“No es poco lo que hago por ti, por el contrario, es una de las gracias por las que más me debes. Todo el mal del MUNDO proviene de no conocer claramente la VERDAD de la SAGRADA ESCRITURA. Ni un ápice de ella dejará de cumplirse”.

Me parecía como si siempre lo hubiera creído así y como si todos los demás lo hubieran creído así.

Pero Él añadió:

“¡Ay, hija mía, qué pocos son los que me aman de verdad! ¡Si me amaran de verdad, no les ocultaría mis secretos! ¿Sabes lo que significa amarme de verdad? Convencerse de que es mentira todo lo que no me gusta. Comprenderás entonces claramente la razón por la cual no comprendes ahora, del beneficio del que gozará un alma.”




(De la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, 15, 20-28)


Pero he aquí que CRISTO RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS como primicia de los que están muertos. Porque como por un hombre vino la muerte, así por un hombre vino la RESURRECCIÓN de los muertos. Y como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo.

Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado TODO PRINCIPADO, PODER Y FUERZA. Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.

El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies. Pero, cuando dice que ha sometido todo, es evidente que queda excluido el que le ha sometido todo. Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo HIJO se someterá al que se lo había sometido todo. Así DIOS será todo en todos.


(Del Primer Libro de Samuel 15, 22-26)


Samuel exclamó:


«¿Le complacen al Señor los sacrificios y holocaustos tanto como obedecer su VOZ? La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad, más que la grasa de carneros.

Pues pecado de adivinación es la rebeldía y la obstinación, mentira de los ídolos. Por haber rechazado la palabra del Señor, te ha rechazado como rey».


Saúl contestó a Samuel:


«He pecado, desobedeciendo el mandato del Señor y tus palabras, pero tuve miedo del pueblo y le hice caso. Por favor, perdona mi pecado y ven conmigo para postrarme ante el Señor».


Samuel le contestó:


«No iré contigo. Has rechazado la palabra del Señor y el Señor te ha rechazado como rey de Israel».


Salmo 71 (70), 19-21


Dios mío, ¿quién como tú?

Me hiciste pasar por peligros, muchos y graves: de nuevo me darás la vida, me harás subir de lo hondo de la tierra; acrecerás mi dignidad, de nuevo me consolarás.



Salmo 105 (104), 15-16


“No toquéis a los que he consagrado, no hagáis mal alguno a mis Profetas.

Entonces atrajo el hambre sobre el país y quebrantó su sustento de pan.”



*****



El Padre Pío me aseguró, con gran dolor por mi parte, que esta profecía del Salmo se repetirá por culpa de los que se rebelan a la Voluntad de Amor de Dios, expresada en El Cuaderno del Amor.





NOTAS AUTOBIOGRÁFICAS


“… Si eres bueno, cuando seas mayor, te enviaré al Santo Profeta.”

Estas palabras retornan y reviven frecuentemente en el recuerdo de mi madre: este Santo Profeta era el Padre Pío, que mi madre me dio a conocer a mí, su décimo hijo, para que supiera reconocer y amar en el Profeta al enviado de Dios.

Se hablaba de las historias maravillosas sobre los milagros y la bondad del Padre Pío en estas amadas palabras. Estas conversaciones despertaron en mí el interés de conocer de cerca a este Profeta que mi madre prometía donarme como guía al conocimiento de Dios.

El interés por conocer al Padre Pío aumentaba al mismo tiempo que el deseo de hacerme mayor rápidamente.

Nací el 9 de abril de 1926 en San Felice sul Panaro donde mis padres tenían un molino junto con otros socios. Mi padre, incansable en el trabajo, vivía en un ambiente poco propicio para el cultivo y el conocimiento de los problemas del espíritu.

La fe y el amor de mi madre alimentaban continuamente la vida del Espíritu de Dios. De mi querido padre, muchos recuerdan y recordarán las excepcionales pruebas de amor al prójimo, en extrema humildad.

Los dones de Dios a mi padre, su natural buena fe, le llevaron a confiar excesivamente en el hombre y, con ello, a la generosidad para con personas que por falta de buena fe, abusaron de ello.

El mandamiento de Dios “amar al prójimo como a ti mismo” acabó convirtiéndose en el gran corazón de mi padre, en un amor al prójimo más que a sí mismo. Por eso, en los años anteriores e inmediatamente posteriores a mi nacimiento, mis padres pasaron por gravísimas dificultades. Después de una vida de durísimo trabajo y con nueve hijos que alimentar, tuvieron que volver a empezar de cero o casi de cero.

La Divina Providencia, siempre amada e invocada con la increíble fe del espíritu de mi madre, no tardó en tendernos Su mano y Su consejo. El consejo del Espíritu Santo llegó en forma de una carta del Padre Pío a la casa de San Felice, donde le esperaban e invocaban una madre y un padre de nueve hijos, humillados por la indiferencia de los hombres ante la pérdida del fruto de su trabajo.

El Espíritu Santo aconsejó a mi madre que se atuviera a las palabras suyas, dadas por el Profeta, el humilde hermano de Pietrelcina, por entonces poco conocido y aún menos reconocido como hombre de Dios por la mayoría de los hombres.

El consejo del Padre Pío era no escuchar malos consejeros que trataban de influir en mi padre para inducirlo a tomar caminos equivocados.

El camino justo indicado por la Divina Providencia fue que toda la familia cambiara de casa a Pavignane. El Padre Pío aseguraba que en esta pequeña ciudad el trabajo no faltaría y mi padre sería compensado por todos los sacrificios y amarguras pasados en su anterior trabajo.

Cuando llegamos a Pavignane yo tenía dos años. En los cinco años siguientes escuché las historias sobre la vida maravillosa del Padre Pío.

Miraba con gran admiración la estampa de un hombre tan fascinante por su misterio; aprendía a amarlo y a sentirlo como un miembro vivo de mi familia, guía invisible y amado de mi vida.

En 1933 llegó un segundo consejo del Padre Pío para mi madre.

Una parte de mi familia, incluidos mis padre y yo mismo, debíamos cambiar de casa a San Matteo della Decima, pedanía de San Giovanni in Persiceto.

Cuando ya hacía siete años que vivíamos en Decima, mi madre cumplió la promesa que hizo en mi infancia de enviarme a ver al Profeta de Dios cuando fuera mayor.

A los 14 años estuve por primera vez con el Padre Pío. La realidad no se quedó corta frente a lo que yo esperaba que, a juzgar por lo que contaba mi madre, debía ser excepcional. No pude comprender cuál era el misterioso camino que había dado a mi madre tanto conocimiento, fe y amor hacia un instrumento de Dios que no todos reconocían como tal.

San Matteo de la Decima está a unos seiscientos kilómetros de San Giovanni Rotondo.

Mi madre no había hablado jamás con el Padre Pío. Sólo una vez le hizo una breve visita en S. Giovanni Rotondo en 1949.

En mis numerosos viajes a San Giovanni Rotondo, he oído a muy pocas personas palabras tan convincentes y sabias como las que pronunciaba mi madre para hacer conocer y amar al Padre Pío, el Profeta enviado por Dios.

Este misterio me fue aclarado por el mismo Padre Pío, muchos años después de aquel primer encuentro con él.



PRIMER VIAJE A SAN GIOVANNI ROTONDO


El 15 de marzo de 1940 salí de Bolonia en dirección a San Giovanni Rotondo.

De la comitiva, guiada por el señor Tonino Tonelli, formaban parte mis dos hermanas, Gabriella y Anna. Al día siguiente llegamos a San Giovanni Rotondo; nos alojamos en casa de la señora Clorinda, en la ciudad antigua.

Me encontraba un poco perdido en este pueblo ventoso y tan distinto al mío.

A las cuatro de la mañana, nos despertó la señora Clorinda a todo el grupo. Debíamos andar unos dos kilómetros a pie para asistir a la Santa Misa del Padre Pío, en la capilla del convento de Santa María de la Gracia.

Estaba ansioso por ver de cerca al grande y misterioso Padre Pío.

La figura del Padre que tanto había admirado en fotografías, me parecía familiar.

El Padre Pío, al que observaba por primera vez asistiendo a la Santa Misa, atrajo toda mi atención de niño.

Los ojos penetrantes y dulces del Padre suscitaron amor filial en lo íntimo de mi corazón.

La persona a la que me había acercado en la pensión y en la iglesia, me había descrito al Padre Pío como muy severo. Cuando me llegó el turno de la confesión, empecé a tener miedo. Me sentía atraído por el amor del corazón del Padre Pío, pero temía no ser acogido como hijo del Santo Hermano, al que yo siempre había amado.

Mientras estaba esperando y preparándome para la confesión en la vieja sacristía del convento, el interés por la historia y el arte empezó a distraerme. En vez de reflexionar y arrepentirme de mis pecados, estuve buscando una semejanza entre aquella sacristía y el interior de los antiguos conventos rusos, que había admirado en un libro. De repente, el señor Tonelli me llamó par que me acercara al confesionario del Padre Pío. Con el gran deseo de acercarme al Padre Pío, me olvidé de que estaba delante del Sacerdote al cual debía confesar mis pecados.

El Padre Pío me preguntó mirándome mientras esperaba mi respuesta. Yo, confuso, dije: “No recuerdo bien si he cometido este pecado”.

Él me respondió con mucha fuerza: “¡Anda, anda! ¿Qué quieres de mí? ¡Prepárate bien para la confesión, yo no tengo tiempo que perder!”.

Al día siguiente, después de una preparación más profunda y seria, volví al confesionario. Al revés de lo que esperaba, encontré en el Padre Pío una dulzura sin límites, que me hizo olvidar completamente la reprimenda del día anterior.

El Padre Pío me dijo: “Sí, te acepto como hijo espiritual… Y tú, pórtate siempre bien”. No me hizo ninguna pregunta, ni sobre mis estudios ni sobre la ciudad de la que venía.

Volví a Bolonia feliz de haber conocido finalmente al “Profeta”.

Continué mis estudios en el instituto Aldini-Valeriani. No me gustaba este tipo de estudios, pero no dije a nadie las dificultades que tenía. Estudiaba poquísimo y en el fondo pensaba dejar la escuela. Mi vida espiritual era bastante rica.

Vivía las prácticas de piedad con amor. Recibía frecuentemente la Comunión, pero rezaba con poco fervor a Jesús Consagrado.

Cuando tenía once años, oí decir a un señor al que quería mucho: “Yo nunca he creído que un pedazo de pan pueda transformarse durante la Consagración en el Cuerpo y la Sangre de Cristo”. En aquel momento no me di cuenta de lo que oía, pero eran justo estas palabras las que volvían a mi pensamiento cuando recibía la Comunión.

El 5 de mayo de 1940 recibí de Bolonia una carta muy importante que me reveló un gran don del Padre Pío. Desde San Giovanni Rotondo, había podido leer en lo secreto de mi corazón la intención de abandonar mis estudios y el poco fervor al recibir a Jesús Sacramentado que sólo Dios conocía.

Durante los tres días que permanecí en San Giovanni Rotondo en casa de Clorinda, habíamos conocido mis hermanas y yo a la señorita Olimpia Cristallini de Perugia, que estaba en la misma pensión.

Cuando volvimos a Bolonia dejamos nuestra dirección a la señorita Olimpia, a quien no había contado nada de mí mismo.

Con gran sorpresa, recibí una carta suya, fechada el 3 de mayo de 1940, de la que transcribo los puntos esenciales:


“Querido Luigi: Hace tiempo que quiero escribirle… ahora no puedo esperar más para escribirle y manifestarle el deseo del Padre, tanto que lo tengo que hacer por obediencia, ya como hija espiritual suya no puedo negarle nada, aunque fuera mi propia vida.

Hace pocos días me ha encargado decirle en Su nombre que deseaba que Luigi de Bolonia estudiase más porque en la oración ve que no estudia y que no será promovido, si no es avisado de esto.

Me da tanta pena que no sé expresarlo, me decía que debe seguir su camino dentro de la Iglesia, pero rezando con más fervor a Jesús Sacramentado cuando descienda a su pecho.

Mi querido Luigi, ¡alégrese porque el Padre le avisa de lo que desea Jesús de usted! ¡Pobre Padre! Cuánto sufre cuando sus hijos espirituales no cumplen las promesas que han hecho. Él es el responsable ante la majestad de Dios. Pero nosotros no lo hacemos, ¿verdad? No, pero estoy muy convencida de mi querido Luigi, que tiene un corazón tan bueno, no quiere que nuestro querido Padre, nuestra víctima, sufra porque nosotros no cumplimos. Él ve su futuro y ya ha establecido su posición.

Piénselo, querido Luigi, procure –ahora que ya ha leído esta carta- que él desde allí no tenga que volver a sentir el dolor que le cause su hijo Luigi, que hace sangrar sus heridas… Ponga una fuerte, fortísima voluntad en aquello que desea expresamente nuestro querido Padre Santo.

Esperamos unidos consolar su amargado corazón, porque es el suyo el mismo Corazón de Jesús.

Con mis mejores deseos. A todos la santa bendición del Padre. Vuestra hermana en Jesús,


Olimpia Pía Cristallini”


La oración del Padre y sus palabras de invitación al estudio, me ayudaron a no abandonar la Escuela Técnica.

Al principio del año escolar 1942-1943, yo estaba en el quinto año del Instituto Aldini; me faltaban sólo tres años para obtener el diploma.

Un día de octubre de 1942, la profesora de literatura el Instituto, la Dra. Lia Ceneri me dijo: “Gaspari, ¿cómo es posible que no hayas escogido una escuela de estudios clásicos?”

Le respondía que ése era mi deseo, pero que primero debía resignarme a obtener mi diploma en la Escuela Técnica.

La buena y generosa profesora me dijo: “Estoy seguro de que aprobarás el examen de ingreso en el Liceo Científico. Durante este curso escolar te daré clases particulares de latín”.

El entusiasmo y la generosidad de la Dra. Ceneri me indujeron a intentarlo. Por las tardes, después de las ocho horas de clase en el Instituto Aldini, iba a casa de la Srta. para empezar desde el principio las clases de latín.

Ciertamente, las oraciones que el Padre Pío ofrecía por mí, sin que yo lo supiera, fueron las que me proporcionaron la ayuda de la generosa profesora y la voluntad de estudiar, que no tenía.

En el verano de 1943 aprobé el examen y un año después me trasladé al Liceo Científico Augusto Righi de Bolonia. Me diplomé en Farmacia en el año 1950.

En casi 14 años, desde 1940 hasta 1954, no volví a ver al Padre Pío.

En septiembre de 1954 encontré en el desván, entre los libros del colegio, la carta recibida el 5 de mayo de 1940 desde San Giovanni Rotondo.

Releí con mucha atención la carta que creía haber perdido y comprendí mejor el significado de tantas pruebas.

Mi amadísimo padre Augusto había muerto el 26 de noviembre de 1953.

Mi madre, cansada y dolorida, me necesitaba; yo quería ayudarla a resolver los grandes problemas surgidos en la familia tras la muerte de mi padre.

Mi padre siempre había querido ver unidos a sus nueve hijos.

Queriendo realizar este deseo, mientras vivió mi padre, las cosas entre tantos hijos fueron bien. Pero después de su muerte surgieron las diferencias por la dificultad de mantener unidos los intereses de las 9 familias que mis hermanos habían formado a la sombra benéfica de un padre de familia tan amante y tan generoso.

Mi padre cultivaba la Unidad Familiar. Su corazón lleno de amor y generosidad era incapaz de aceptar el hecho de que sus hijos casados abandonaran su hogar y tuvieran otras aspiraciones.

En el verano de 1954 decidí ir a vivir a San Matteo della Decima para estar a disposición de mi familia y para consolar al Ángel de mi casa con mi modesta ayuda y cariño.

No me gustaba vivir en sitios pequeños y menos ocuparme de los molinos, pero el amor a mi madre y las obligaciones con mi familia me hicieron superar las dificultades para adaptarme.

El sufrimiento de aquel año me hizo captar el valor de la carta encontrada en el desván de Decima. Entonces, decidí volver a San Giovanni Rotondo.





SEGUNDO VIAJE A SAN GIOVANNI ROTONDO


Mientras esperaba para irme, mi pensamiento volvía a mi primer encuentro con el Padre catorce años antes. ¿Cómo era posible no haberme sentido llamado a volver a San Giovanni Rotondo durante catorce años? No sabía explicarme el por qué.

Fui solo. Llegué emocionado a San Giovanni Rotondo. La callejuela que desde el pueblo lleva al convento donde vivía el Padre Pío estaba muy cambiada; había surgido una nueva ciudad.

Escuché la Santa Misa del Padre Pío a las 5 de la mañana, como tantos años antes. El tiempo había dejado las huellas del sufrimiento en el físico y en la mirada del amado Padre. Durante la Santa Misa me sentía casi culpable por haber dejado pasar tantos años y estuve tan emocionado que lloré durante largo rato. Acabada la Santa Misa fui, junto con una gran multitud de hombres, a la sacristía.

El Padre pasó por delante de mí para ir hacia su celda. Estaba sereno, sin ningún signo visible de las emociones tenidas durante la Santa Misa. Mi sorpresa fue enorme cuando el Padre Pío se paró en silencio delante de mí con la seguridad, visible en sus gestos y su mirada, de quien podía ver en mí, no a un hombre, sino al muchacho miedoso de hacía tantos años.

No dudaba de que el Padre pudiera reconocer en mí al pequeño Luigi de hacía 14 años. Mi duda era tan sólo de no tener derecho de ser reconocido todavía como hijo.

El Padre Pío, con voz de verdadero Padre, y con un gesto cariñoso, acercó la mano hacia su hijo y me tocó con fuerza diciendo: “Hijo mío, ¡por fin estás aquí! ¿Por qué has llorado? Tú sabes que no me gustan los llantos”.

Atraído por tanto amor paterno, sentí más mi amor hacia el Padre. En el amor del Padre Pío encontré aumentado todo el amor de mi amado padre que se había ido al cielo.

Después entendí que el Padre Pío, lleno de respeto hacia la autoridad paterna, quería que yo en estos 14 años –de 1940 a 1954- viviera lo más cerca posible de mis amados padres, para entregarles todo mi amor de hijo, en el respeto del orden de amor hacia la autoridad del padre y de la madre.

Sólo después de la muerte de mi padre, el Padre Pío hizo las veces de padre, dirigiendo mi espíritu al amor de Dios y al conocimiento de los problemas de la vida terrena.

Desde 1954 hice frecuentes viajes a San Giovanni Rotondo.


* * *

En el mes de Junio de 1956, exactamente el día 6, estaba yo en San Giovanni Rotondo. Después de la Santa Misa me vio el Padre Pío en la sacristía, se me acercó y me dijo: “¿Qué haces aquí? No pierdas tiempo, vuelve rápido a casa”. Quedé muy turbado por esta invitación a partir rápidamente hacia Decima. Me fui en el primer tren directo a Bolonia y llegué a San Matteo al día siguiente. Encontré a mi madre cerca de la muerte, pero todavía con la mente clara.

Viéndome se iluminó de una alegría indescriptible y me dijo: “¡Estás aquí Luigi! Le he pedido tanto al Padre Pío que te mandara a casa, ¡Deseaba verte otra vez antes de morir! Doy gracias a Dios y al Padre Pío por haber escuchado mi ruego. Ahora muero contenta, porque sé…”

Entonces me preguntó mi madre: “Luigi, ¿qué fiesta es mañana? Oigo las campanas que tocan a fiesta, pero no sé qué fiesta es mañana”. Yo respondía que las campanas no sonaban y que al día siguiente no era una fiesta religiosa. Quise comprobarlo para cerciorarme en un calendario; el 8 de junio estaba dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. La situación física de mi madre se agravaba de hora en hora, casi ciega y sin posibilidades de hablar ni de sentarse en la cama. Hizo señas de que quería escribir.

Todos los hijos estábamos cerca de mi madre, así como el párroco de Decima, Don Balestrazzi, todas las monjas y algunos amigos.

En un modo y con una fuerza sobrenatural, mi madre llegó a escribir casi hasta el último momento de su vida.

Transcribo parte de los pensamientos escritos por mi madre durante su gozosa agonía y su encuentro con Dios:


“Dejo con serenidad esta vida, sabiendo que no tengo falta ni antes los hombres ni ante Dios.

Mi fin está cerca, mis fuerzas se van, pero no mi mente…

Os dejo Luigi, sé siempre bueno y sereno con todos, yo rezaré por todos. Así termina la vida.

¿Eres tú Luigi? No llores por mí. Estoy con el Señor, estaré siempre contigo. La Providencia está cerca de mí.

Yo sigo oyendo el toque a fiesta de las campanas.

Vuestro padre me espera. Así termina la vida en esta tierra, no con los hombres sino con Dios. Así ocurrirá con vosotros.

Os doy a todos el consejo de seguir mi camino: Caridad y honradez. Es un transitar. Yo he acabado.

Dejo a todos los conocidos mis mejores deseos.

El Señor toma mi aliento; paz y alegría a todos. ¡Adiós!, mamá”.


Las palabras escritas por mi madre durante su agonía no dejaban duda alguna de la intervención extraordinaria de Dios, que le dio la gracia y la posibilidad de escribirlas.

El sonido de las campanas de fiesta que oía mi madre hasta el último momento, era la alegre fiesta del cielo por el encuentro del Corazón de mi madre con el Corazón de Jesús.

El 8 de junio de 1956, las campanas sonaron verdaderamente por la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y por mi madre que se iba al Cielo. Pocos días después de los funerales, salí hacia San Giovanni Rotondo.


* * *

Me encontraba en el pasillo del convento; las paredes estaban cubiertas de grabados. El Padre Pío salió de la celda; tuve la posibilidad de recibir palabas de consolación por mi gran dolor, que Él compartió conmigo. Los ojos de Padre Pío, tan llenos de amor para todo hombre, no supieron en ese momento calmar el dolor de mi corazón. Le dije tan sólo estas palabras: “¡Mi madre le quería tanto Padre! Tenía fe y parecía que le conociera íntimamente aunque nunca hubiera hablado con Usted”. El Padre Pío andaba lentamente por el pasillo yendo hacia el coro de la vieja capilla.

Parecía no querer responder a mis palabras. Me miraba fijo con sus grandes ojos llenos de bondad y de amor. De repente, se paró, levantó la mano y con el dedo me indicó un grabado de la pared, como si lo viese por primera vez. Leyó lo que estaba escrito y yo lo leí también. Decía: “La Comunión de los Santos”.

La sabiduría de Dios en el Padre Pío aclaró de forma insospechada un misterio que desde mi niñez había suscitado en mí, por las historias de mi madre, el interés por conocerle.

Gracias a su aclaración comprendí mejor al Hombre que por ese misterio tenía parte en muchos secretos de Dios.

El Padre Pío me ayudó a aceptar mi sufrimiento, conociendo más a fondo su sentido.

Aquella respuesta me aclaró el amor de Dios por el alma de mi madre, a la que Padre Pío amaba tanto como a mí.

Las promesas de amor de Dios que recibí desde mi infancia, procedían de una promesa que Dios hizo a mi madre para ser mantenida por su Espíritu a través de las palabras del Padre Pío.

La primera promesa, que no comprendí, me fue revelada en parte por la lectura de aquellas palabras escritas. Vi más claro el significado de la carta que el Padre Pío me hizo llegar a Bolonia tres meses después de mi primer encuentro con Él.

La voluntad de Amor del Verbo –reconocida, acogida y amada por mi madre- es la promesa del Verbo de Amor que se da para ser mantenida con la fidelidad del Verbo al Amor de sus promesas.

La fidelidad de mi madre al consejo del Espíritu Santo, queriéndolo acoger y ponerlo en práctica, por medio de las palabras del fiel sacerdote de Dios, el Padre Pío, se convirtió en promesa de fidelidad de Padre Pío en querer ser mi cariñoso padre espiritual. El me enseñaría a conocer el Espíritu de Dios y a rechazar en el hombre lo que de Dios no es. Todos los hombres a los que mi padre con humilde bondad supo amar, le llevaron a la ruina material por no haber conocido el espíritu que los animaba. La intervención del espíritu del amor del Padre Pío fue la que salvó, con sus consejos, a la familia de la miseria, de la rebelión y confusión de ánimo que deriva siempre de un alma que no puede distinguir cuál es el verdadero espíritu que difunde el mal entre los hombres.

La promesa del Espíritu de Dios en el Padre Pío y en mi madre, dio lugar a la promesa del espíritu de amor, el amor de la promesa que hizo Dios al hombre.

Los consejos que lleguen al hombre del espíritu rebelde a Dios que era, es y será el enemigo de Dios y del hombre, hasta el día establecido, son el mal del mundo.

La promesa de la victoria sobre sus enemigos, el Supremo Verbo la donó para indicar el camino del recto consejo a todos los hombres que aman acoger al escucharlos, solamente los consejos dados por el Espíritu de la Palabra de Dios.

En este siglo especialmente, la confusión de las ideas creadas por los espíritus del mal, ha dividido a los hombres en una lucha que es ausencia de amor recíproco, por ausencia de amor a querer comprender la Palabra de Dios.

El Amor de Dios envió a Padre Pío para enseñar a los hombres de buena voluntad a amar el conocimiento verdadero de la voluntad de Dios expresado en las Sagradas Escrituras.

Las Sagradas Escrituras, decía Padre Pío, no son suficientemente amadas por el espíritu del hombre que, por ausencia de amor a la Palabra de Dios, no podrá comprender y amar las verdades reveladas por el Divino Verbo. La ausencia de amor a la Palabra de Dios es disminución de Gracia, es ausencia de conocimiento que lleva al dominio de los espíritus infernales que, conquistando el espíritu del hombre, dividen a los hombres.

Padre Pío tuvo como don de Dios el discernimiento de los espíritus. Personalmente, he tenido pruebas de este don divino.

Los espíritus del mal que saben esconderse en el aspecto de corderos, jamás han confundido al espíritu de Padre Pío, que de los espíritus que animan a los hombres, sabía reconocer la proveniencia, el origen.

El amor a la santa humildad que sabe reconocer como dones de la Divina Sabiduría los dolores, las alegrías de la vida de los hombres, es la enseñanza que la palabra del Padre Pío ha donado al mundo.

Aparentemente severo, el Padre Pío cuidaba con amor particular a las almas que no conocían la gravedad del pecado. Amaba a los humildes que, frecuentemente, por querer el espíritu del mal, no sabían reconocer el origen de su maldad, por no conocer el deseo de amor en la Palabra de Dios.

El Padre Pío me hizo comprender que “el humilde habla de Dios, incluso cuando no sabe nada de Él”. Sólo en la humildad se practica la caridad que Dios quiere.

En el hombre humilde que no habla de Dios, Dios confunde al soberbio que habla de Dios en nombre de Dios.

En nombre de Dios, los soberbios que hablaban de Dios, hicieron crucificar al Hijo de Dios, Dios hecho hombre por amor a los hombres.

Dios se dejó crucificar por amor a los hombres, por aquellos que en su nombre juzgaban sobre su Nombre.

La vida del Padre Pío, ofrecida al amor del Nombre de Dios, quiere ofrecerse en el espíritu de amor a todas las almas que al amor de Dios ofrecen su corazón.

El corazón del hombre ofrecido a dios sabrá hablar de Dios cuando pronuncie el nombre de Dios. A este corazón Él revelará los íntimos misterios de su Palabra. En la Palabra de Dios habla el Corazón de Dios.


* * *

Mi estancia en San Giovanni Rotondo, en junio de 1956, terminó con un encuentro imprevisto: una colega farmacéutica de Capodimonte (Viterbo), me vio en la plaza del convento. Después de una conversación afectuosa, me invitó a continuar con su grupo a Nápoles y a Pompeya. Había decidido no aceptar la invitación porque debía volver a casa, pero en la última conversación con el Padre Pío, antes de partir, me mostró una imagen de la Virgen en el pasillo del convento.

Quería que rezara con él. Después me dijo: “Ve a Pompeya, tu madre vive en el Corazón de Jesús. Ahora la Virgen es tu Madre”.

Comprendí entonces que el encuentro con la colega de Capodimonte y el hecho de que su grupo se dirigiera a Nápoles y a Pompeya no había sido una casualidad. Junto con ellos partí ese mismo día hacia Nápoles y Pompeya.

Los hechos ocurridos me demostraron que LA MATERNIDAD DE LA VIRGEN ES VERDADERA. El amor del Padre Pío supo darme la certeza. Recuperé la alegría perdida y el deseo de darla a quien no la tiene, al mismo tiempo que crecía en mí la seguridad en el amor de la Madre de Dios.


* * *

La víspera de la Navidad de 1956, volví a San Giovanni Rotondo. En la estación de Foggia encontré a una señora anciana muy amable: la Baronesa Bianca Remy de Tunicque de Roma. Después de intercambiar algunas impresiones, me mostró mucha simpatía y seguimos juntos hacia San Giovanni. Pasé unas Navidades alegres entre el amor del Padre y la amable compañía de la Baronesa que, al partir, me invitó cordialmente a hacerle una visita en Roma.

El interés común por las cosas del espíritu, el amor de Dios y del Padre Pío, crearon un vínculo muy profundo de amistad fraterna entre la señora Remy y yo.

La constante búsqueda de Dios, la alegría y el entusiasmo excepcional, daban a la señora —de unos 70 años de edad— tanta vitalidad que en su compañía transcurrían las horas como si fueran minutos.

Después de la ceremonia religiosa del 26 de diciembre de 1956, se reunieron alrededor del Padre Pío, en el corredor del convento, una gran número de personas venidas de toda Italia y del extranjero.

Yo no podía acercarme al Padre, pero a pesar de la distancia pude oír algunas palabras de la conversación entre el Padre y varios distinguidos Prelados y laicos.

Comprendí que algunas de estas personas pedían al Padre Pío una aclaración de una cuestión muy difícil e importante. No me fue posible oír cuál era la cuestión puesta a Padre Pío. Oí, en cambio, claramente la respuesta del Padre que, vuelto hacia los señores dijo:

“¡Los intelectuales complicáis las cosas. Vosotros, intelectuales, complicáis mucho las cosas! Yo sabría daros la respuesta sobre la cuestión de los Ángeles, pero guardo la respuesta en mi corazón y no puedo decírosla a vosotros”.

Poco después estaba delante de la estufa de leña del hotel donde estaba alojado en San Giovanni Rotondo. Junto a mí estaba un señor distinguido que se presentó cortésmente; era un alto magistrado de Roma.

El abogado me preguntó si había estado presente durante la conversación del Padre Pío con algunos teólogos. Me dijo cuál era el pasaje de la Biblia sobre el que habían pedido una aclaración.

El abogado habló conmigo algunas horas, volviendo frecuentemente al pasaje tan interesante y difícil de resolver.

Intenté distraerlo inútilmente de su argumento espiritual con otros temas.

A la mañana siguiente, después de la Santa Misa, el Padre Pío me explicó el pasaje, aunque yo no se lo había pedido. El Padre me dijo: “Transmite la aclaración que te he dado acerca del pasaje sobre los Ángeles solamente al abogado de Roma”.

Una hora después vi de nuevo al abogado en el bar del hotel.

Allí le expliqué con las palabras textuales del Padre Pío todo lo que tanto deseaba saber sobre aquel pasaje.

El abogado lloró de emoción y al día siguiente, cuando salía hacia Roma, me invitó a visitarlo en su ciudad.

El 1 de enero de 1957 saludé al querido Padre Pío y volví a San Matteo della Decima.

Dos meses después, a primeros de marzo de 1957, me encontraba de nuevo en el corredor de San Giovanni Rotondo. El Padre hablaba con el alcalde y el Padre Guardián del convento. El alcalde decía al Padre Pío que la petición del ayuntamiento de San Giovanni Rotondo a la Cassa del Mezzogiorno de Roma con vistas a la financiación de los trabajos de las calles y otros arreglos urgentes, había sido rechazada. Sin pretenderlo, oí las palabras del alcalde, ya que se encontraba detrás del Padre.

De repente, el Padre Pío se giró hacia mí y me dijo: “Debes ir a Roma y ocuparte de este asunto en la Cassa del Mezzogiorno”.

Lívido y totalmente sorprendido, le respondí: “Padre, yo no conozco Roma y no tengo amigos que me puedan ayudar en este asunto”.

El Padre con dulzura y seguridad me dijo: “No debes cruzar el océano para ir a Roma. Ve enseguida. Yo te acompañaré con la bendición de Dios”.

El alcalde y el Padre Guardián me pusieron al corriente de la situación y de las justas peticiones a hacer a la Cassa del Mezzogiorno.

Salí ese mismo día hacia Roma, acompañado tan sólo de la confianza en la guía de Padre Pío.

En el tren hacia Roma me encontré con un joven abogado. Hablamos mucho de temas diversos. Antes de descender en la estación de Roma, el abogado me quiso dar su dirección, invitándome a acudir a él si tenía necesidad de ayuda. El abogado era experto en peticiones a la Cassa del Mezzogiorno; trabajaba en la Oficina del Alto Comisariado para el Turismo.

En Roma, que no conocía, fui recibido afectuosamente por la Baronesa Remy.

Me dirigí a la Cassa del Mezzogiorno acompañado de las personas de autoridad que acababa de encontrar: una en el tren y otra en Roma, el día de mi llegada. Al cabo de algún tiempo, recibí en Bolonia una carta que aún conservo, del Vicepresidente de la Cassa del Mezzogiorno. Me comunicaba que se había aprobado el proyecto de financiación para los trabajos de las calles en la plaza del convento y para otras obras.


* * *

Del año 1957 al 1968 fui a San Giovanni Rotondo casi una vez al mes.

Después de una confesión, el Padre Pío me dijo: “¡Ve a Roma!”. Yo no entendía por qué tenía que ir a Roma. Obedecí el deseo del Padre y me dirigí allí, cada vez con más entusiasmo. De todos modos mi casa seguía siendo San Matteo della Decima.

Muchos amigos de Roma y de otras ciudades, venían a verme a mi pueblo.

Junto a mí, se formó en Decima un grupo de buenos cooperadores.

Entre ellos se encontraba Primo Capponcelli, que más tarde se convirtió en guía de un grupo de gente que deseaba tener contacto y ayuda espiritual del querido Padre Pío.

Los habitantes de San Matteo della Decima, acogieron con la alegría la invitación —mía y de Primo— de ir a visitar al santo capuchino de San Giovanni Rotondo.

La oración y la bendición del Padre produjeron abundantes frutos de gracia en muchas familias y, por ellas, en todos los habitantes de San Matteo della Decima. A este propósito, recuerdo que también mi familia empezó a demostrar amor y solicitud por el Padre Pío. Prueba de ello es el hecho de que él, a pesar de los años transcurridos, se acordaba todavía de nuestras peticiones de oración y protección.

Entre Navidad y Año Nuevo de 1967-1968 estuve en San Giovanni Rotondo.

Mi confesión con el Padre Pío duró más de lo normal; el Padre me contó muchas cosas y, entre ellas, me dijo que no debía ir a Roma para Año Nuevo sino a Bolonia, y añadió: “En 1968 tendremos que trabajar mucho… no tenemos tiempo que perder… etc.”. Poco a poco fui entendiendo el significado de las palabras misteriosas que me dirigió en esta confesión.

Exactamente la noche del 8 al 9 de abril, cuando cumplía 42 años, empezó para mí la REVELACIÓN. El Padre empezó a inspirarme las páginas del “Cuaderno del Amor”. A finales de abril, le mandé un manuscrito del Primer Cuaderno del Amor. Él lo definió como “TESTAMENTO-PROMESA de gracia que se darán, a través del espíritu de estas palabras al alma del hombre que quiera acogerlas con todo el amor de su corazón”. Me aconsejó publicarlo lo antes posible y darlo a conocer al Santo Padre, a la Jerarquía eclesiástica y al mundo.

El 25 de mayo de 1968 se celebraba una fiesta en St. Louis (Estados Unidos) en honor al Sagrado Corazón de Jesús. El Padre Pío quería dar a conocer en aquella fecha el “Cuaderno del Amor” y se lo había encargado a su ferviente hijo espiritual, el célebre compositor y director de orquesta Alfonso d’Artega. Por motivos que no conozco, el Maestro no pudo partir y el “Cuaderno” no llegó a América en esa fecha. Al Padre le dio mucha pena porque afirmaba que las palabras del “Cuaderno” eran una PROMESA DE GRACIA DEL CORAZÓN DE JESÚS para este mundo que no conoce la paz.

En el mes de junio de 1968, los queridos amigos Ugo y Cecilia Ammassari y Michele Famiglietti publicaron en Roma una PRIMERA EDICIÓN del “CUADERNO DEL AMOR” sin prefacio.

Esto fue muy positivo porque el Padre Pío me había aconsejado darlo a conocer lo más pronto posible en Roma. El motivo de tal prisa lo conocí muy pronto. Una tarde que me invitaron a casa del ingeniero P. Gasparri y, mientras presentaba la primera edición del “Cuaderno del Amor” a un selecto grupo de personas, una señora que tenía muchas relaciones con la vida religiosa de la capital examinó mi libro. Estaba acostumbrada a mi apasionada llamada al amor del Corazón Inmaculado cuando, por entonces, algunos eclesiásticos habían propuesto retirar de la Iglesia la devoción y las imágenes del Sagrado Corazón. Afirmaban que esta devoción, nacido en tiempos del Jansenismo, ya no era necesaria.

Poco tiempo después, otro buen amigo mío y devoto hijo espiritual del Padre Pío, Primo Capponcelli de Decima de San Giovanni in Persiceto, quiso publicar una segunda edición del “Cuaderno”.

Mientras tanto, yo había insistido al Padre Pío para suprimir algunas palabras y publicarlo anónimo. Pero me respondió: “No debes suprimir ninguna palabra, y además, ¿por qué anónimo? Debes publicar tu nombre, con fotografías y con la introducción”.

Así que apareció la SEGUNDA EDICIÓN con una breve introducción y una gran tirada de ejemplares en agosto de 1968, gracias a la Editorial Instituto Padano di Arti Grafiche de Rovigo.

Con ocasión del 50 aniversario de los estigmas, el 20 de septiembre, Primo Capponcelli organizó una peregrinación de jóvenes a San Giovanni Rotondo para agradecer y festejar al Padre Pío.

Llevó consigo varios ejemplares del “Cuaderno del Amor” para mostrarlos al Padre y para que los bendijera. Con su sencillez de hombre de Dios, lleno de fe y sin malicia, empezó a distribuirlos entre los fieles congregados en San Giovanni. De repente, sin saber por qué, se le prohibió distribuirlo y hablar del libro. Capponcelli defendió con ardor, pero en vano, el deseo expreso del Padre Pío ante muchos testigos.


* * *

En cambio yo, siguiendo el consejo del Padre Pío, no fui el 20 de septiembre a San Giovanni Rotondo sino a Chianciano-Terme con mi amigo Michele Famiglietti de Roma. Nos alojábamos en el hotel San Antonio donde, en aquel momento, estaban entre otros frailes y sacerdotes, Mons. Giuseppe Bo y Mons. Leoncello Barsoni de Livorno. La mañana del 21 encontré en las termas a la Profesora Letizia Mariani de Bolonia, una de las profesoras que me había ayudado a preparar la asignatura de literatura en la escuela Aldini para el examen de ingreso en el Liceo Científico, en el lejano año de 1943. Estaba contento de verla y le ofrecí un ejemplar del “Cuaderno del Amor”. Ella estaba sorprendida y se conmovió al recibirlo.

Sobre las 6 de la tarde de ese mismo día, me encontré con Michele en las termas de Santa Elena. De repente se me hizo presente el Padre Pío y me dijo: “Debo anticipar mi marcha al cielo para salvar lo salvable. Aquí en la tierra ya no se me escucha, a pesar de que muchos me prometen ser fieles. No llores, yo te seguiré desde el cielo. No han tenido fe en las palabras que te he comunicado y las que te dije que llamaras “TESTAMENTO-PROMESA DE GRACIA”… Lo que se podía salvar con el Testamento-Promesa en el mes de junio, ahora —en septiembre de 1968— no se puede salvar. De todos modos, los escritos harán bien a algunos”.

Al día siguiente, el 22 de septiembre, permanecí en el hotel lleno de tristeza. Sobre las 5 de la tarde, mientras descansaba en mi habitación, tuve un sueño profético: se me apareció el Padre Pío en medio de un ejército de innumerables ángeles bellísimos, todo rodeado de Luz y de Amor.

Se me acercó y me abrazó cariñosamente, diciendo: “¡Hijo, hijo mío!, no debes llorar porque ayer te anuncié mi muerte; persevera fuerte, valiente y sereno en mi alegría: yo te mandaré mi ejército de Ángeles. ¡Te obedecerán en todo! Yo, tu Padre, estaré siempre cerca de ti y te diré lo que debes decir y hacer para tu bien y el de aquellos que quieran acoger tu palabra y la mía. LLEVARÉ AL CIELO TU PENSAMIENTO. ¡A TI TE DEJO EL MÍO! Mientras decía la última palabra, me estrechó fuerte la cabeza entre sus manos y la acercó a la Suya. Con este contacto mi cerebro pareció vaciarse para llenarse de una nueva sustancia.

En aquel momento, Michele Famiglietti golpeó repetidamente la puerta de mi habitación. Me desperté con un gran dolor de cabeza; la mantenía derecha porque me daba la sensación de que se me iba a caer. Le pedí a Michele que esperara porque no podía moverme. En cuanto pude, le abrí la puerta y contesté a su ansiosa pregunta: “El Padre Pío acaba de venir y me ha dejado una promesa maravillosa…”

La noche entre el 22 y el 23 de septiembre no dormí casi nada. En mi corazón oía la voz dulcísima del Padre que me pedía de leerle el “Cuaderno” y yo lo leí y lo releí hasta el amanecer. Por la mañana esperaba ardientemente haber sido víctima de una sugestión. A las 7 de la mañana me comunicaron desde Roma que el gran corazón del Padre Pío había dejado de latir.

Los Monseñores sacerdotes y hermanos que estaban en el hotel hicieron lo posible para consolarme y reconocieron que, desgraciadamente, acababa de ocurrir lo que yo había anunciado dos días antes.

Aquella misma mañana recibí una segunda llamada telefónica, esta vez del Maestro Alfonso D’Artega, el cual había recibido el encargo del Padre Pío de llevar el “Cuaderno del Amor” a América antes del 25 de mayo. Estaba muy conmovido por la triste noticia y me aconsejó que acudiera inmediatamente a Roma porque el Arzobispo de Pittsbourg, Monseñor Nicholas T. Telko, deseaba conocerme y hablar conmigo del Padre Pío y del “Cuaderno”. Él había hablado con el Padre Pío en San Giovanni Rotondo dos días antes de su muerte. Partí a Roma con mi amigo Michele; allí tuve un largo diálogo con S.E. Telko en su residencia romana.

Desde Roma viajamos hasta San Giovanni Rotondo en compañía de la Baronesa Remy. Por última vez volví a ver al Padre amadísimo en el descanso mortal de Su Cuerpo Santo. En pocos segundos pude contemplar toda mi vida, defendida y dirigida por las alas del Águila de los Cielos, que vino a la tierra a defender a los débiles. El Padre que había sido mi amigo fiel, mi fortaleza, no hablaba más. Mi Águila había vuelto a su Reino.

Poco antes de volar al Cielo, el Águila de los Cielos había querido dejar su prenda de amor a un hijo suyo que se quedaba en la tierra. El Padre amado me había dejado como camino “El Cuaderno del Amor”, regalo de amor a su Luigi y a todos sus hijos que esperan el momento en el que abrazarán a su queridísimo Padre en el cielo. Me acordé de un cántico de Moisés:

“Abre tus oídos, ¡oh Cielos! y yo hablaré. Escucha Tierra lo que mi boca te va a contar. Baje como lluvia mi doctrina, desciendan mis palabras como rocío, como gotas sobre la hierba, como agua sobre el prado, ¡pues yo voy a alabar el nombre del Señor! ¡Dad gloria a nuestro Dios! Él es la roca y sus obras son perfectas. Todos sus caminos están señalados. Un Dios fiel, sin iniquidad, todo rectitud y justicia”.

Yo lloraba ante los restos mortales del Padre y entonces me pareció oír sus dulces palabras de hacía tantos años: “¿Por qué has llorado? ¡Tú sabes que no me gustan los llantos!”.

Me enjugué las lágrimas y volví enseguida a Roma.

El 17 de octubre de 1968, “El Cuaderno del Amor”, de un modo milagroso, llegó a las manos de eminentes Teólogos romanos que me recibieron y me interrogaron largamente, sorprendiéndose de que yo supiera tantas cosas secretas.

Así ocurrió lo que el Padre había predicho: “El Cuaderno” tiene que llegar cuanto antes a las manos de Su Santidad y de la jerarquía eclesiástica: el Papa y muchos otros entenderán todo”.

Yo soy tal vez el que entiende menos que todos, pero he escrito y escribo por obediencia al Padre Pío, por fe y amor a Dios, al Papa Pablo VI y a la Santa Iglesia.


Con la ayuda del Padre Pío y de la Divina Providencia, “El Cuaderno del Amor” está ya traducido y publicado en inglés, francés, alemán y español.


El Autor.


La traducción española ha sido realizada respetando rigurosamente los textos y las referencia a la Biblia mencionados en la edición italiana original.



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